El Popol Vuh, libro sagrado de los mayas, narra en la primera parte que lo conforma —La Creación–, que los dioses intentaron muchas veces antes de dar con el material adecuado para crear a los hombres y arrojarlos a la Tierra. Ni los hombres de lodo, ni los de madera resistieron a las tempestades que les impusieron ni los supieron venerar como ellos esperaban.
Finalmente, dieron con el material idóneo para forjar a la humanidad, con la capacidad de ver todo, en el tiempo y en el espacio aunque después los dioses hayan nublado su visión. “Y así encontraron la comida y ésta fue la que entró en la carne del hombre creado, del hombre formado; ésta fue su sangre, de ésta se hizo la sangre del hombre. Así entró el maíz [en la formación del hombre] por obra de los progenitores”, rezan las escrituras prehispánicas.
Y es cierto, el maíz constituye la base de nuestra alimentación, de nuestra cultura y hasta de nuestra economía. Sin embargo, y a pesar de la diversidad racial que hay en el territorio, México se ha empeñado en importarlo de otras naciones. Estados Unidos, por ejemplo, es su principal proveedor de maíz amarillo.
Frente a la incongruencia de continuar importando un producto que únicamente nos debería corresponder a nosotros cultivar y vender (lo que además daría muchos más empleos en el campo), el Senado propuso declarar al maíz como un “bien necesario” y lograr disminuir hasta el 100 por ciento las importaciones desde EUA.
El senador perredista Armando Ríos Piter, presentó un plan para reducir absolutamente las compras de maíz y sustituirlas por completo en tres años, una forma de responder a los embates de Donald Trump contra nuestra economía y nuestros migrantes y dejar esa dependencia de importación. Una de las opciones que considera para lograrlo, es importar desde otras naciones.
Frente al posible debilitamiento de las relaciones comerciales entre México y el país vecino, José Calzada, titular de la Secretaría de Agricultura Ganadería y Pesca (SAGARPA) también afirmó que se debe considerar la importación de maíz desde Argentina y Brasil, naciones que, presuntamente, ofrecerán garantías y un “buen producto que proveer a los mexicanos”.
La propuesta pretende establecer un programa de compras centralizadas de maíz del exterior y lograr esa disminución en un 60 por ciento durante el primer año, 80 en el segundo y llegar al 100 por ciento en tres años. Pero el primer paso deberá estipular que el maíz es un bien necesario para la economía mexicana y el gobierno se deberá encargar de asegurar el abastecimiento.
Sin embargo, la propuesta subestima la bondad del maíz oriundo y además de todo, si se toma la decisión de importar, implicaría un aumento de 6 por ciento en el precio por tonelada, dice El Financiero.
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