André Calantzopoulos, director ejecutivo de Philip Morris, la mayor empresa tabacalera del mundo, atrajo la atención de los mercados y consumidores este miércoles al decir que su compañía podría “eventualmente” dejar de vender cigarros convencionales.
“En conjunto con los gobiernos comenzaremos entonces una etapa donde se eliminará gradualmente la venta de cigarros. Espero que suceda pronto”, dijo Calantzopoulos en una entrevista radial con la BBC.
La declaración se dio durante la presentación en Londres de IQOS, un dispositivo que según la compañía, “cancela” los defectos de fumar un cigarro normal.
“Vendrá un tiempo en el que estaremos acostumbrados a este tipo de cigarros alternativos que son menos dañinos que los normales”, Calantzopoulos refirió en un atrevimiento inusual.
Además insistió que el futuro de la industria del tabaco y del consumo como lo conocemos podría cambiar en los próximos años y que su compañía está consciente de ello.
La posición de Philip Morris con respecto al negocio que los ha llevado a ser una de las empresas más ricas del mundo, es nueva. La compañía domina casi una quinta parte de las ventas mundiales de tabaco.
El año pasado generó cerca de 74 mil millones de dólares gracias a la venta de más de 800 mil millones de cigarros. Posee la mayoría de acciones de Marlboro y Chesterfield.
Pero su apuesta hacia el futuro son los dispositivos electrónicos, de ahí la relevancia de que IQOS, cuyo desarrollo le costó a la empresa tres mil millones de dólares, haya sido presentada esta semana en el Reino Unido y que desde finales de 2015 se comercializa en Japón y otros países europeos, como Suiza.
La compañía asegura que su dispositivo, en lugar de “quemar” el cigarro de manera normal, lo calienta a temperaturas muy altas (más de 300 grados centígrados) para evitar que el contenido se vuelva tóxico.
El proceso de aspirar el cigarro a través de IQOS es libre de humo, ya que el “vapor” generado no contiene todos los contaminantes que un cigarro normal liberaría.
La intención de Philip Morris es la de tener presencia en Estados Unidos en 2017 para después conquistar el resto del mundo.
El proceso de aprobación por parte de la Food and Drug Agency (la agencia de comida y medicina, FDA por sus siglas en inglés), organismo federal que se encarga de revisar el caso, es largo y difícil. El principal argumento de la empresa para intentar que su producto sea aprobado es que reduce los daños causados por un cigarro normal hasta en un 90 o 95 por ciento.
Sin embargo, los críticos afirman que todos los argumentos y ”estudios” presentados por la empresa no son independientes y necesitan ser comprobados por organizaciones que no tengan ningún interés en que su comercialización sea aprobada.
Además, se espera que su eventual venta esté fuertemente regulada, según los activistas antitabaco.
El principal problema de Philip Morris es que, a pesar de sus buenas intenciones, sus ganancias dependen casi en su totalidad de la venta y producción de los cigarros convencionales. Y no hay ninguna estadística que indique que la tendencia está cambiando.
Pero que Calantzopoulos acepte que su principal producto es dañino y adictivo, así como la aspiración de cambiar la dinámica del mercado del tabaco, no implica que Philip Morris vaya a llevar a cabo semejantes cambios, en el corto plazo.
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