Embates verbales, ataques sexuales, golpizas, humillaciones, insultos. La violencia doméstica en Rusia se expande como epidemia, el comportamiento feroz y denigrante que nace y se justifica desde el hogar es una parte inherente en las parejas rusas. Al menos eso sugieren las cifras: El 40 por ciento de las mujeres, un aproximado de 600 mil mujeres, se enfrentan a algún tipo de violencia doméstica y 14 mil mueren cada año a manos de sus parejas, un promedio de 40 casos al día.
El ensañamiento se presenta en formas diversas. A pesar del panorama denigrante al que se enfrentan millones de mujeres en el país, se ven obligadas a soportar golpizas frecuentes, resignadas a los cuerpos henchidos y llenos de hematomas como una seña particular. Al final del día tienen un concepto cultural y social que las respalda:”Si no me golpea, no hay amor”.
Estas ideas han desembocado en el Parlamento, en una serie de leyes que derriban todos los derechos fundamentales. La semana pasada estaban tan sólo a un paso de lograr la despenalización de la violencia doméstica y hoy, tras la aprobación definitiva del presidente Vladimir Putin, se modificó la ley correspondiente para que los ataques violentos en el hogar ya no sean percibidos como crímenes.
Putin estuvo respaldado en todo momento por la fracción ultraconservadora y la misiva pasó por las dos casas parlamentarias antes de que el mandatario firmara la resolución. De acuerdo a The Guardian, esta nueva ley “manda un mensaje erróneo en un lugar donde una mujer muere cada 40 minutos” por este tipo de embates.
La medida transforma la violencia “moderada” dentro del seno familiar en una falta administrativa en vez de una falta criminal, lo que libera de la cárcel a los acusados y los somete al pago de multas escuetas que no superarán los 500 dólares o los 15 días en arresto administrativo. Esto, claro, si no suceden más de una vez al año y cuando antes podían significar una pena de hasta dos años en prisión.
Ahora se permitirán los ataques violentos a excepción de una violación o de daños y heridas profundas en el cuerpo (daño a órganos internos, huesos rotos, muestras violentas repetitivas). No importa que la víctima quede marcada por moretones o si la sangre le mancha el rostro.
De acuerdo al diario británico, los defensores de la misiva, sostienen que los miembros de una familia recibían penas mayores que los “extraños” que cometían agresiones o muestras de violencia. En otros casos, algunos defienden la ley para, a la vez, lograr defender las tradiciones rusas que dictan que “la familia es sagrada”.
El sacerdote Dmitry Smirnov, director del Patriarcado Ortodoxo Ruso, aseguró para una cadena de televisión nacional que “la idea de que el Estado puede meter sus narices en los asuntos familiares es una imposición occidental”.
Algunas de las ideas generalizadas y esparcidas en el territorio no sólo fomentan esas prácticas medievales y denigrantes, sino que promueven la idea de que las mujeres no deberían luchar por sus derechos fundamentales.
Por citar un ejemplo, The Guardian expone que en un artículo “científico” en el medio popular local Komsomolskaya Pravda fundamentó algunas de las ventajas que pueden tener las mujeres al ser golpeadas por sus maridos. Aseguraron que estudios científicos recientes demuestran que “las esposas de hombres enojados tienen una razón para estar orgullosas de sus moretones: Los biólogos dicen que las golpeadas tienen la ventaja de dar a luz con mayor frecuencia a varones”.
En general, un debate irreconciliable y sin moderadores precisos ha provocado que estallen disputas entre los que defienden el papel de la mujer, los que versan sobre los roles de género y los que se oponen absolutamente a interferir con la familia y lo que sucede tras cuatro paredes, en la intimidad de los hogares.
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