A fuerza de costumbre Adán terminó amando a Eva. No fueron sus ojos, tampoco la manera en que andaba por el Paraíso ni los movimientos seductores de una fémina absoluta; fue la irrigación de rutina por las venas lo que le hizo permanecer junto a ella. Dando brincos entre el Antiguo Testamento y las disertaciones literarias que hizo Mark Twain al respecto, podemos observar que el deseo carnal jugaba un aspecto central en muchas perspectivas de la historia originaria. Tanto en un sentido restrictivo como en otro permisivo. La lujuria, al desconocerse o percibirse fuera de una carga negativa, amalgamó a la primera pareja de la humanidad. El instinto animal que escapaba de la conceptualización, más allá de cualquier elemento romántico, a golpe de constancia, orilló a los dos humanos hacia su propio destierro. La transitoriedad de consciencia determinó la unión, pero también el menoscabo de los seres.
En el día a día, sumidos en la cotidianidad rotunda, Adán no entendió la necesidad de compañía mediante largas reflexiones en torno a Eva. No comprendió la urgencia por sentarse junto a ella tras advertir el pensamiento profundo y sensible en su actuar. De hecho, el primer hombre es bastante misógino y obtuso ante su divina esposa. Entonces, ¿qué sucedió? Arrojándonos una verdad contundente, aunque escasamente mencionada en Las Escrituras, todo parece indicar que incluso antes de que el sexo tuviera nombre, la pasión entre los cuerpos tuvo que jugar un papel esencial en el desarrollo de la complementación. Eva, torpe, proveniente de la anatomía masculina, y Adán, ingenuo además de zafio, hallaron el embonado perfecto en su naturaleza rival.
Eikoh Hosoe, fotógrafo y cineasta japonés nacido durante 1933 en Yonezawa, Yamagata, es conocido por sus imágenes de fuerte carga psicológica y erótica, que exploran temas como la muerte, la obsesión y lo irracional. Con una educación prodigiosa y un talento sin precedentes en la cultura japonesa, el artista se construyó una fama a lo largo de los años 50 y 60 que hasta la fecha sigue resonando en la fotografía no-occidental.
Esta mirada hipersensual del cuerpo humano que Hosoe se encargó de perfeccionar en su producción artística, se hace notoria en su serie “Otoko al onna” (Hombre y mujer) y todos los trabajos que coincidieron en tiempo cercano. Tratar el cuerpo humano como un objeto desnudo fuera de toda definición cristiana, alejada de toda banalización o maquillaje “civilizado”, es un sello característico del juicio preciso que Eikoh apuntillaba sobre la idea de la pareja ideal.
Representaciones vivas y casi vulgares, estrepitosas imágenes de la piel en pleno ardor del apetito, son el drama plateado que el fotógrafo japonés aportó al mundo en su búsqueda por la relación contrapuesta entre los dos sexos.
Hosoe sabe bien que los oídos del hombre y de la mujer se cansan el uno del otro, pero también le parece evidente que sus vínculos encuentran dulce contrato en la caricia que se pierde a lo largo de la espalda. En la piel ajena que se confunde en propia. En el olor tan íntimo que sólo puede emanar de la entrepierna y el delicado beso que sólo algunas partes del físico pueden dar.
En esta partición de los géneros y una sucinta conjugación de sus formas, también se dio en la obra de Eikoh, con ayuda de su cercano amigo Yukio Mishima, un estudio puntual de la sexualidad masculina. “Ordeal by Roses” es una colección visual de oscuridad y erotismo viril que muestra el melodrama de ser hombre, reconocer su sexualidad, actuar conforme a convencionalismos, quebrar las expectativas y dejarse ir por las fantasías.
Con “Hoyo” –abrazo en japonés– Hosoe analizó también el acto femenino y sus alcances en la pasión del mundo. Su rol catalizador de deseo y placer. A través de abstracciones surrealistas que van del erotismo a la muerte, el apego y el desapego, el fotógrafo ha captado en cada una de sus creaciones una imagen compuesta de carne, misterio y granulosidad fílmica.
La pareja mística que dio pie al pecado original es un relato permanente en la fotografía de Eikoh Hosoe. Una narrativa persistente en sus capturas. La cual constata cuadro a cuadro una persistencia en la conexión atemporal y previa a nuestro comportamiento, al impulso de coalición entre sustancias desiguales pero tan correspondientes a la vez. Puedes conocer el resto de su obra en el sitio oficial de su galería; para continuar con este descubrimiento de sensualidad y erotismo en las artes de Japón, revisa estas Fotografías inéditas de la destrucción nuclear en Nagasaki y las Fotografías para entender la soledad en una de las ciudades más pobladas del mundo.