La lucha para sobrevivir en un mundo hostil y salvaje definido por el instinto y la fuerza con la que cualquier especie se enfrenta, arriesgando su vida para rescatar la misma, es el profundo pero también común panorama en el que muchos animales conviven. Pero la amenaza real contra la que pelean muchos de ellos es la que especialmente el humano se ha encargado de crear, de manera dolorosa y excesiva, contra la naturaleza y un compendio de vida salvaje que en ella se esconde.
Pues entre animales no existe ninguna concupiscencia por la sangre y menos, algún placer por matar… a diferencia del hombre que es capaz de convertir ese encuentro con su víctima en algo íntimo con lo que compruebe su superioridad sobre todos los demás.
A pesar de eso, la naturaleza es perfecta y por lo tanto, completa y fielmente bella; su perfección está basada en la proporción que divinamente conforman la estructura del medio natural con la de muchos animales o partes de ellos. Los cuernos de los rumiantes, los caparazones de los moluscos y la morfología de las abejas, por ejemplo, fueron perfectamente trazadas por un misterioso número al cual se le atribuyen propiedades mágicas. Y efectivamente, como parte de la magia que rodea a cualquier fantasía, todo lo que dista del raciocinio humano, el cual es el único capaz de destruir por placer, es perfecto en cuanto a disposición y dimensión. ¿Pero que pasaría si uniéramos de manera armónica y piadosa la perfección de un animal con la desnudez vulnerable e imperfecta del hombre? El resultado sería algo mágico y a la vez tan salvaje como un pedazo de raíz que crece debajo y por encima del mar.
“Mis fotografías son mi vida de fantasía”.
Ryan McGinley
*Fotografías que demuestran que el estilo no está peleado con la edad
La conexión entre estos dos seres jamás se vería interrumpida aunque su unión signifique algo de dolor y, a pesar de las diferencias, siempre encontrarían la similitud de la que ambos cuelgan. La fuerza del animal se convertiría en la vulnerabilidad de la piel irritada de un hombre o una mujer y el peludo forraje de una criatura adoptaría parte del sentimentalismo que caracteriza al humano.
Piel y escamas podrían revelarse únicas como una sola, haciéndose brillar una a la otra sin importar quien posa encima de quién. No existiría ningún vestigio de batallas que se pretendieron luchar entre ellos, solo se notarían los cuerpos tendidos de quienes decidieron amistarse en una tregua.
Se crearían composiciones exactas en cuanto a curvas y garras que se unen para convertirse en un solo cuerpo de tez oscura o clara y plumajes tornasol. De entre cabellos y piel resaltarían los ojos de la verdad con los que miran los animales, que no necesitan hablar para comunicar cómo se sienten cuando no aparecemos para invadir su territorio, sino para invitarlos al nuestro.
*El fotógrafo que capturó el lado encantador del metro
Se retrataría la relación entre siluetas silvestres y poses sutiles con las que ambos se sientan cómodos, para simular que son las partes de un solo ser que se fusiona en fondos lisos. Contrastando o combinándose compondrían de manera fugaz un cuadro irrepetible, en donde aún el sexo del ser humano pese menos que la presencia del perfecto animal.
El fotógrafo que encabeza esta combinación de vida deja ver en cada imagen la veracidad del trabajo a través de pieles rasguñadas y reacciones instintivas. Ryan McGinley es el autor de los retratos de la serie fotográfica “Animals”, uno de los proyectos más espléndidos del artista.
McGinley demostró en todas sus capturas que la construcción del proyecto “Animales” se basó en que ambos modelos se retrataran desprevenidos, pues la forma en la que el fotógrafo trabaja se fundamenta en disparar su cámara muy casualmente, pero siempre calculando el resultado final.
La fórmula que describe la mayoría de los proyectos del creador de esta impactante serie gira en torno a la relación entre jóvenes desnudos jugando puerilmente y acompañando a la naturaleza, actuando de manera inocente y sutilmente erótica.
Puedes encontrar tanto esta serie como otros proyectos fotográficos del también diseñador en su página web ryanmcginley.com, donde el artista expone proyectos y galerías digitales en las que ha participado para importantes museos y exposiciones alrededor del mundo.
Cualquier trabajo artístico conlleva un proceso creativo pero también emocional, con el que el autor o artista logró plasmar, en este caso en varias fotografías, una idea, una emoción, un concepto, una analogía, una filosofía o cualquier cosa que tuviera como objetivo o inquietud expresar. En el caso de Ryan McGinley, el éxito y calidad de sus fotografías lo aseguran la originalidad y el descaro con el que son capturadas; de hecho, en una entrevista que Ana Finel Honigman le realizó al polémico y joven fotógrafo, él respondió:
“Yo soy el jefe. Organizó el viaje, pago la gasolina, la comida y los hoteles. Escribo los cheques y cuando nos detienen por estar desnudos, soy yo quien levanta la mano y dice: ‘Esto es todo culpa mía’”.
Al igual que la originalidad y ese aire erótico y al mismo tiempo inocente que las fotografías de McGinley componen, otros artistas recurren al recurso del desnudo para impregnar de fuerza sus retratos, por ejemplo, el fotógrafo que retrató el arte de ser mujer y poderte encontrar en la destrucción. Por otro lado, la fidelidad de una fotografía se basa en las emociones que el artista se permita capturar en ella, lo cual resulta en un trabajo final extraordinario, como el de la mujer que vio morir de cáncer a sus padres a través de un proyecto fotográfico.