Desde sus inicios, la pornografía como expresión de la sexualidad ha mostrado serias carencias para expresar el erotismo y la sensualidad con la que los humanos disfrutan del sexo. Con el auge de Internet y la expansión de los dispositivos y servicios de telefonía con acceso a la web, la industria pornográfica experimentó un aumento de usuarios exponencial y sin precedentes.
Las imágenes o videos de contenido sexual explícito dejaron de comercializarse a través de los canales típicos, como revistas, DVDs o espacios de entretenimiento, y comenzaron a consumirse masivamente en línea. Pronto, un sinfín de páginas web adoptó la forma de tube, una interfaz poco elaborada pero funcional, capaz de mostrar miles de millones de videos pornográficos en línea y a la carta, divididos por categorías: de pago o gratuitos, producidos o amateurs, heterosexuales u homosexuales, e incluso dependiendo de la práctica sexual, la situación o los rasgos de los protagonistas.
Encontrar un estímulo visual para la sexualidad se convirtió en algo sencillo e incluso rutinario, sólo hace falta un smartphone, una tablet o cualquier dispositivo con acceso a Internet para acceder a un catálogo casi ilimitado de sitios que ofrecen alojar videos de escenas sexuales explícitas, sean de casas productoras pornográficas o personas comunes imitando lo que, con el paso de los años, han aprendido de la industria del porno.
“La mayor parte del tiempo se trata de videos rutinarios, exagerados, que asumen posturas, actitudes y situaciones que no ocurren en la práctica sexual de las personas reales”.
El resultado es un enorme cúmulo de videos con ofertas para todos los gustos. Millones de hombres, mujeres, pezones, testículos, penes y vaginas aparecen en pantalla, deslizándose frenéticamente uno después de otro, con la promesa de que el contenido tendrá una fuerte carga erótica; sin embargo, la mayor parte del tiempo se trata de videos rutinarios, exagerados y que asumen posturas, actitudes y situaciones que no ocurren en la práctica sexual de las personas reales.
Ante esta situación, existe un sitio único en Internet, donde la gente sube videos de sus prácticas sexuales con el fin de compartir la forma en que viven el erotismo y la sensualidad, sin poses, posturas imposibles, diálogos sin sentido, penes gigantes u orgasmos exagerados. Se trata de Make Love Not Porn, un concepto que intenta recuperar la sexualidad que destruyó la pornografía y volver a enfocarse en el culto al placer, a disfrutar en pareja de la totalidad del acto y no concentrarse únicamente en los órganos sexuales ni caer en la obsesión por la penetración como único espacio del sexo.
Make Love Not Porn afirma su condición de no ser porno ni de ser algo amateur, pues la primera categoría funciona para describir a una enorme industria que se centra en actuaciones, performances de profesionales que no están disfrutando del sexo, mientras que la segunda es utilizada en el mismo círculo para crear una diferencia respecto a los profesionales, de forma que quien es amateur no tiene sexo de la forma debida, como lo marca la industria y “quienes saben”, haciendo creer que todo el mundo es un inexperto en el sexo por no practicarlo con toda la plasticidad de la pornografía.
¿Cómo funciona Make Love Not Porn?
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A pesar de que el sitio actual es una versión beta, el modus operandi es sencillo y redituable a todos niveles: las parejas e individuos que deciden compartir sus videos deben cumplir con un conjunto de normas para que el clip pueda ser exhibido en la página. El más importante, es que se trata de una escena contextualizada, que al mismo tiempo cuente una historia, la situación real del momento erótico con una breve introducción. La descripción de la escena debe ir acompañada del texto, además de estar libre de clichés pornográficos. El último requisito es que el sexo debe ser mutuo y consensuado. No se aceptan videos de cámara escondida o donde alguno de los protagonistas no aparezca en la parte introductoria.
Una vez que el video es recibido por los curadores del sitio y aceptado, es publicado en la página, listo para ser observado por millones de usuarios registrados, pero eso no es todo: para poder disfrutar de un video, es necesario rentarlo durante tres semanas, con un costo de cinco dólares por renta. De esos cinco dólares, la mitad está destinado al proyecto, mientras la otra mitad acumulada es enviada a los dueños del contenido que tuvieron el deseo de compartirlo con el mundo.
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Si quieres compartir tu sexualidad a través de un video, sólo crea una cuenta y súbelo al sitio oficial de Make Love Not Porn y demuestra que el sexo real es mucho mejor que la parafernalia pornográfica. De la misma forma que este proyecto, otros recursos tecnológicos están trabajando por apropiarse de nuevo de la sexualidad que la industria y los tabúes sexuales se llevaron. Si necesitas reencontrarte con tu cuerpo y aprender cómo estimularte, no te pierdas de la plataforma educativa que ayudará a llegar al orgasmo a miles de mujeres. ¿Buscas los mejores tips para hacer explotar de placer a tu pareja? Estas son 5 formas infalibles de estimular el punto G a través de la lengua.
