El orden político y social en el que se ha visto envuelto México, y otras partes del mundo, basado en prácticas distópicas y de violencia, como si éste fuese el común denominador, no es fortuito; tampoco lo es la hueca glorificación de sus agentes por parte de los pueblos. En estos procesos de construcción ideológica, una persona que actúa de manera ilícita es posteriormente reconocida como una figura heroica, resultado de gobiernos disfuncionales y sistemas fallidos.
Tal es el caso de El Chapo, personaje fundamental en la historia corriente del mundo en que vivimos, quien ha recibido bastante notoriedad no sólo por sus últimas fugas, contactos internacionales y aprehensiones, sino por sus actos de supuesta responsabilidad social y de acción ciudadana.
Vargas Llosa, al respecto, ha calificado esta fama renovada de El Chapo como frívola, cínica y fabricada; pieza más de un escenario aventajado por Sean Penn, individuo que en realidad es ajeno a los sucesos verdaderos del conflicto mexicano y que ensalza con esto su apariencia de progresista.
No es que tomemos lo que dice el autor peruano como certidumbre irrefutable, pues tampoco se ha destacado demasiado por sus ideas de lo social o del espectáculo, por no decir del arte en general, pero algo cierto apunta en su columna crítica: la defensa de delincuentes y asesinos es cómoda si se estudia desde el lado equivocado.
Es fácil dejarnos deslumbrar por un humano que, considerándolo presa de un mundo atrofiado, surge de entre los estratos más bajos y arremete en contra de los órdenes establecidos para ser considerado por la gente como un paladín de la justicia, del pueblo, aunque sus medios no sean los correctos.
La fascinación que se siente por el narcotraficante sinaloense no es tema nuevo en nuestra historia, como mexicanos o como habitantes del planeta tierra. A lo largo del tiempo, todo hombre o mujer que ha desafiado sistemáticamente las normas gubernamentales, se ha cubierto de un halo glorioso y de condescendencia popular, situándoles en el altar de personas que han trascendido (y transgredido) en nuestra existencia. Estos son algunos narcotraficantes que han marcado a la historia.
Pablo Escobar
Uno de los más renombrados traficantes del mundo, quien siempre fue tratado como un rockstar, acumuló una gran cantidad de millones de dólares durante su vida pública como líder del cártel de Medellín. Pablo Escobar se convirtió en el criminal más buscado del mundo a principios de la década de los 90 por sus actos delictivos y terroristas.
Dawood Ibrahim Kaskar
No es tan conocido como el resto en esta lista; nacido en 1955, es el jefe del crimen organizado y terrorista que brota desde la India, y actualmente es buscado por la Interpol.
Al Capone
El gánster que definió por primera vez la imagen mundial de lo que significa el tráfico ilegal; controló el negocio del alcohol y las drogas desde Chicago, ciudad que se caracterizó en la delincuencia por su sola presencia, hasta que él fue encarcelado en los años 30, después de ser considerado como uno de los más buscados.
George Jung
Responsable de la venta masiva de cocaína en Estados Unidos, fue allegado a Pablo Escobar, prácticamente entablando una amistad importante en este mundo y obtuvo su detención en México durante el año de 1994.
Frank Lucas
Fue un traficante que alcanzó notoriedad en los años 70 por introducir la heroína a Estados Unidos. Habitante del Harlem, y en medio del ajetreo que representaba el poder negro aquellos años, se reconoció por su astucia; compraba su mercancía directamente en Tailandia y bajaba los precios conforme aumentaba la pureza de la misma.
Sandra Ávila Beltrán
Una de las pocas mujeres que se halla en este tipo de listas es mejor conocida como la “Reina del Pacífico”. Su historia se remite a nacer en una familia contrabandista y un tío que manejaba redes de corrupción, sucesos que marcaron su habilidad para manejar este tipo de negocio.
Carlos Lehder
Este alemán de madre colombiana fundó el Cartel de Medellín para después intentar asociarse con Jung en el narcotráfico de Norteamérica. Su ambición característica lo llevó a comprar una isla en Las Bahamas para intentar crear un punto de conexión macizo y autosustentable para el tráfico de drogas. Hasta la fecha sigue preso en Florida, tras su captura en Antioquía durante 1987.
***
Te puede interesar:
Las fronteras del arte y la lucha contra el narcotráfico
Narcos, Vikings y otras series para saber de historia