Toma un papel y traza tus heridas con lápiz. Sáltate un renglón para dejar espacio entre cada moretón de tu corazón. Si se trata de un vacío que no te deja dormir, dibuja tu palpitar en un círculo y rellénalo con marcador negro; si es acerca del miedo que tienes de enfrentarte a la soledad, entonces escribe tu nombre al revés y léelo rápidamente… ¿Fue difícil hacerlo? Sí, pero no imposible; acostumbrarte a estar sola es igual.
Delinea tu silueta y remarca la orilla, esa línea gruesa que parece protegerte se llama amor propio y es la que tienes que recuperar para dejar de sentir que sin él no puedes seguir. Tómate tu tiempo e intenta plasmar en una hoja –con colores, palabras, líneas o cualquier garabato– la sensación que te invade al pensar en quien ya no está a tu lado. Recoge el papel con tus dos manos, rómpelo en mil pedazos y tíralos en el fondo de un cesto.
Los trozos que ya no podrás rearmar son como los recuerdos en tu mente: no desaparecerán pero tampoco volverán a ser los mismos con el paso del tiempo. Al rasgar lo que trazaste separarás la tinta que aún une el triste final de tu historia. Los días harán lo mismo con el dolor que te estruja por dentro, éste se alejará de ti hasta que no puedas recordar cómo se sentía tu alma lastimada.
Dibujar para olvidar parece contradictorio, pero al materializar lo que desconsuela tu ser y lo que atormenta tu mente es más fácil reconocerlo para deshacerte de ello. Las emociones, los miedos, sentimientos, rencores, angustias y deseos son sólo ideas que pocas veces sabemos manejar. Aterrizarlas en papel y ver con nuestros propios ojos aquello que no hemos superado puede salvarnos. Leer sobre eso que tanto nos lastima nos purga; entonces, el duelo de un amor que no hemos superado se vuelve posible al transformar nuestra agonía en un ilustración sarcástica o en un boceto sincero.
Eso es lo que hace la autora anónima de la cuenta de Instagram Love Art. Con frases sencillas, un marcador y fondos negros, blancos o rosas rearma el fatídico recorrido a través de la superación de un amor fallido.
La lucha que hay que emprender contra una misma para desconectarnos –física, mental y emocionalmente– de quien creíamos eterno e incondicional merma nuestros sentidos. No obstante, dibujar un recuerdo o describir una pena es, finalmente, como colar la pesadez del desamor.
Olvidar es imposible y, de hecho, innecesario. La aflicción de un amor no superado nos cambia la vida, lo cual nos lleva a cerrar el frasco en el que guardaremos –poco a poco– la tristeza, decepción y culpa.
Cada una de estas ilustraciones a mano alzada son parte de la reflexión de alguien que se sinceró con ella misma para, por primera vez, aceptar que un amor pasado aún forma parte de su presente. Éstas nos enseñan que expresar todo lo que todavía envuelve a ese recuerdo es la única forma de asegurarnos que el amor de nuestra vida ya no será parte de nuestro futuro y que estamos bien con ello, ni incompletas ni vacías.