Si de hablar de Ángel Zárraga se trata, nos daremos cuenta que pese a ser este artista un personaje nacional, su arte no es un emblema nacionalista. Zárraga nació un 16 de agosto de 1886 en Durango, lugar en el que vivió durante su infancia, hasta la preparatoria, y esperaba en un futuro dedicarse a la medicina como su padre. Sin embargo, como sucede con cualquier adolescente que no se ubica entre el presente y el futuro, y teniendo el don del dibujo, el duranguense cambió de idea y con el apoyo de su padre, en el año 1903, se mudó a la ciudad de México e ingresó a la Academia de San Carlos, donde estudió con Santiago Rebull, José María Velasco y Julio Ruelas, entablando sobre todo amistad con Diego Rivera.
Pese a que sus primeros acercamientos fueron con el arte en México, Zárraga consolidó su producción artística en Europa como muchos otros artistas que fueron al Viejo Continente para aprender de la práctica de los “grandes”. Dos años después de llegar a la capital, cambiaron los planes del joven artista, y éste se mudó a Bélgica donde comenzaría ya en forma su carrera artística. Su estancia entre Bélgica y Holanda duró un año, y posteriormente estudió tanto en la Real Academia de Bruselas, como en distintos lugares de España como Ávila, Burgos, Madrid, Salamanca y Segovia, entre otros. Para la edad de 21 años, Zárraga expuso treinta de sus obras en la Ciudad de México.
Si algo llama la atención dentro de la trayectoria del artista, es la variedad de sus representaciones. Como todo buen modernista, vemos que no se limitó a la práctica de un solo estilo, sino que deambuló entre el cubismo, naturalísimo, el impresionismo, etc., todo para lograr representar y transmitir su visión del mundo.
En su primera etapa como artista, llama la atención la influencia decadentista que caracteriza obras como La Dádiva, el Ex voto o San Sebastián, La mujer y el Pelele y La Bailarina desnuda. Conociendo un poco su vida, nos damos cuenta de que en primera instancia, al momento de realizar sus obras decadentes no había pasado por periodo de sufrimiento o pérdida, era hijo de una buena familia, pudo realizar sus estudios, exponer sus obras, y viajar por Europa para aprender del oficio.
La dádiva, 1910.
Ex voto o San Sebastián
Nada de esto nos hace sentido en el momento en que comparándolo con cualquier otro decadente atormentado, Zárraga vivía una vida bastante cómoda y fructífera. Es en este punto que analizamos cómo la obra de Zárraga se trata de un falso decadentismo; de un arte por el arte. Sólo queda pensar que el decadentismo es en Europa un padecimiento contagioso, y que Zárraga, de forma imitativa, tradujo un sentimiento colectivo de los artistas europeos en una obra bella, académica, que no sólo transmite un pesar (falso sentimiento) sino que también está muy bien acabada.
La Bailarina desnuda
Por ejemplo, vemos en la obra La mujer y el Pelele, una escena que puesta en práctica llevaría a cualquier hombre al borde de la locura, de la agonía. Es una obra, que excluyéndola del ámbito de su creador, verdaderamente ubica a la femme como lo peor que le puede pasar en esta vida al hombre. Como se observa en la obra, la perversión de la mujer lleva a controlar al hombre como si de una marioneta se tratase. Sin duda este es un tema decadente por la belleza de la representación en una escena macabra, en este caso de la decadencia del hombre frente a la mujer. El tema de la femme fatale ocupó un lugar importante entre los artistas y escritores del siglo XIX. Se ofrece con las obras que tratan este tema, una visión de la mujer como la viva imagen del mal.
“… la expresión más patente del poder femenino es la inmunidad que reconocemos a la mujer. Una de ellas lo insulta, lo veja: inclínese. Le pega, defiéndase pero evite que ella se lastime. Lo arruina: permítaselo. Lo engaña: no diga nada con tal de no comprometerla. Destroza su vida: mátese por favor. Pero bajo ningún pretexto deje que por culpa suya el más leve dolor lastime a esos seres exquisitos y feroces, para quienes la voluptuosidad del mal es casi superior al de la carne”.[1]
Esta obra podría estar inspirada en una novela de Pierre Louys, publicada en 1898, que narra el proceso de humillación al que se ve sometido don Mateo, un rico hidalgo español, por obra de la seductora Conchita.[2]
La mujer y el Pelele, 1909
Comparando a Zárraga con un contemporáneo suyo, Munch (1863-1944), nos podemos dar cuenta del carácter escénico e inclusive teatral de Zárraga, y por lo contrario, analizar un sentimiento real que es el que plasma el artista noruego en sus obras. Munch realmente sufría ansiedad y miedo frente a la figura femenina, y lidia con el medio sublimándolo en arte.
En Cenizas (1894), Vampiro,(1893-94) y La Asesina (1906) vemos cómo a diferencia de Zárraga, Munch representa a las mujeres de forma amorfa, de corporeidad inacabada, con trazos toscos, sin delicadeza; las representa de manera lejana, como si le diera miedo acercarlas más todavía a su realidad. Por otra parte el hombre aparece sin rostro, de negro, sin presencia fuerte y sin voz ni voto frente a la mujer. Pareciera que el hombre desaparece ante la presencia del sexo femenino; empequeñece, se hace nada.
Cenizas, 1894
La Asesina, 1906
Si comparamos el dibujo, la línea, de ambos cuadros, nos daremos cuenta que en la obra de Munch el hombre está diluido; es abstracto, cuesta reconocerlo. Podemos percibir la agonía de la escena, el bosque oscuro al fondo, la locura de la mujer en su mirada. En la obra de Zárraga ocurre lo contrario, el tema de la mujer está tratado con mucha más delicadeza y belleza; no tiene miedo de la anatomía de su sexualidad y las dota de bellas formas, las hace mujeres.
Si seguimos la trayectoria de este artista que pasó la mayoría de su vida en Europa, podremos seguir comprobando la idea de que el arte de su primera etapa es un arte decadente por contagio y no por convicción, ya que a medida que va conociendo otros estilos, perspectivas, artistas, etc., Zárraga se adapta a ello y modifica su temática. Hizo un recorrido en diversas corrientes. Por ejemplo podemos apreciar en La Poétesse, donde la influencia es claramente cubista por su sutil geometría, o en su serie dedicada al fútbol.
La Poétesse, 1917
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Referencias:
[1]Ramirez, Fausto. “El arte mexicano de las dos primeras décadas del siglo XX en la Colección de Andrés Blaisten” en Arte moderno de México, Colección Andrés Blaisten, UNAM, México, 2006, pp. 14-15
[2] http://www.museoblaisten.com/v2008/indexESP.asp
– Zárraga, Ángel. Algunas notas sobre pintura. México: Revista Savia Moderna, Crónica, No. 4, Junio 1906
-López Blaquez, Manuel. Ate del suglo XX, Munch, España: Ediciones Polígrafa, S.A., 1994