Si de cosas políticamente incorrectas se trata, la Biblia reluce en cuanto a declaraciones misóginas y poco atinadas que, entendemos, para aquella época no resultaban tan graves como nos parecen ahora, pero ¿qué pensaban aquellos que fervorosamente se congregaban para leer esas letanías que aprobaban ideas machistas, violaciones o infanticidios?, ¿cómo podían considerar que esas ideas eran correctas cuando a leguas sometían a un sexo, promovían la violencia y el castigo divino?
Probablemente, si tomamos como ejemplo el Imperio Bizantino y consideramos lo que ocurría en esa época, notemos cómo se perdieron muchos de los vestigios que promovían el pensamiento humanístico griego que se centraba en el avance científico; en cambio, el crecimiento del imperio Romano había hecho difícil controlar lo que se adoptaba (formas de gobierno, preferencia de cultos) y aquellos que decidían creer en la contemplación del castigo y la humillación para ir al reino de los cielos se multiplicaron. Sobre todo después de las conquistas de Constantino, la ideología de los habitantes de Europa se redujo a los dogmas y un pensamiento mágico religioso.
Aunque existen diversos ejemplos bíblicos que nos hacen dudar de la bondad de las personas –como aquél de Susana y los viejos en el que esos hombres sabios mueren de deseo por la joven–, y que nos hacen dudar incluso de lo que está escrito –como el de Noé en el que Canaán es condenado a una maldición sin estar seguros si el joven hizo algo indecente con Noé o simplemente la desnudez era condenada con tanta fuerza–, hay un capítulo mucho más polémico: el de Lot.
Lot y sus hijas (1635-1638), Artemisia Gentileschi
Lot y sus hijas (ca. 1595), Joachim Anthonisz Wtewael
En el Génesis 19, mientras los ángeles llegan a Sodoma para deshacerse de ese pueblo lleno de perdición en el que sus habitantes vivían un desenfreno sexual intenso, ocurre esta historia en la que, si se analiza con cuidado, parece que se promueve no sólo la violación de las hijas de alguien (en este caso Lot) con tal de cumplir la palabra del señor, sino también la pederastia en pos de preservar un linaje. Lot se salva, Lot es recompensado por entregar a sus hijas a cambio de resguardar la seguridad de dos ángeles que ni siquiera pidieron su ayuda, que simplemente estaban ahí para destruir todo a su paso, como si estuviera justificado un genocidio porque sus habitantes eran hedonistas.
Lot y sus hijas (1616), Hendrick Goltzius
«Los dos ángeles llegaron a Sodoma al atardecer. Lot estaba sentado a la entrada del pueblo. Apenas los vio, salió a su encuentro, se arrodilló inclinándose profundamente, y les dijo: “Señores míos, les ruego que vengan a la casa de este siervo suyo a pasar la noche. Se lavarán los pies, descansarán y mañana, al amanecer, podrán seguir su camino”. Ellos le respondieron: “No, pasaremos la noche en la plaza”. Pero él insistió tanto que lo siguieron a su casa, y les preparó comida».
—Génesis 19: 1-2.
Al parecer, Lot tenía buenas intenciones, había ofrecido su casa a los ángeles cuando nadie más lo había hecho. Había sido amable a pesar de vivir en uno de los pueblos más escabrosos de esos días. Pero entonces ocurre algo que muchos no esperaban del posadero, o no quienes ahora leen el capítulo que habla del destino del único hombre que se salvó de la destrucción de Sodoma.
«No estaban acostados todavía cuando los vecinos, es decir los hombres de Sodoma, jóvenes y ancianos, rodearon la casa: ¡estaba el pueblo entero! Llamaron a Lot y le dijeron: “¿Dónde están esos hombres que llegaron a tu casa esta noche? Mándanoslos afuera para que abusemos de ellos”.
Lot salió de la casa y se dirigió hacia ellos, cerrando la puerta detrás de sí, y les dijo: “Les ruego, hermanos míos, que no cometan semejante maldad. Miren, tengo dos hijas que todavía son vírgenes. Se las voy a traer para que ustedes hagan con ellas lo que quieran, pero dejen tranquilos a estos hombres que han confiado en mi hospitalidad”».
—Génesis 19: 4-8.
Lot y sus hijas (ca. 1634), Francesco Furini
Los ángeles, por supuesto, salvan a Lot de la maldad de los hombres y dejan ciegos a todos quienes estaban afuera de su hogar. Como si las acciones del posadero hubieran sido de gran orgullo y valía, los ángeles lo premian al sacarlo de Sodoma. Él, esposa e hijas comienzan a marcharse del lugar por “compasión” de Dios. Su mujer; claro está, no podía sobrevivir. La curiosidad pudo más con ella y en un santiamén, voltea a ver lo que ocurría en el lugar y se convierte en estatua de sal.
Lot y sus hijas huyen al monte para tener otro de los actos más extraños y sinsentido de la Biblia; al ver que nunca más podrían conocer a un hombre, la hija mayor propone embriagar a su pobre padre para acostarse con él:
«Entonces dijo la hija mayor a la menor: “Nuestro padre está viejo y no ha quedado ni un hombre siquiera en esta región que pueda unirse a nosotras como se hace en todo el mundo, ven y embriaguémoslo con vino y acostémonos con él. Así sobrevivirá la familia de nuestro padre”».
—Génesis 19: 31-32.
Lot y su hija, Kunsthis (1537), Altdorfer Albrecht
La mayor pone el ejemplo, orgullosa de hacer algo por su linaje y su futuro. Se acuesta con su padre, quien inocente, por cierto, no recuerda nada de la noche anterior. Entonces le toca a la menor quien, alentada por su hermana, hace todo con tal de que “la raza de su padre no desaparezca”:
«… dijo la mayor a la menor: “Ya sabes que me acosté anoche con mi padre. Hagámosle beber vino otra vez esta noche y te acuestas tú también con él”. Le hicieron beber y lo embriagaron de nuevo aquella noche, y la hija menor se acostó con él. El padre no se dio cuenta de nada, ni cuando ella se acostó ni cuando se levantó. Y así las dos hijas de Lot quedaron embarazadas de su padre».
—Génesis 19: 34-36.
Lot y sus hijas (1843), Gustave Courbet
Lot y sus hijas (ca. 1613), Peter Paul Rubens
Y entonces, otra vez, como si se tratara de un acto de entrega, amor y cariño, y no como una violación (que en este caso ocurre por parte de las hijas de Lot hacia su padre) sus acciones son premiadas. Sus descendientes se convierten en los líderes de los moabitas y los amonitas, su legado, según la Biblia, sigue hasta nuestros días. Si todo el que lee las enseñanzas del Génesis les hiciera caso y las cumpliera al pie de la letra, los seres humanos entenderían que: es mejor sacrificar a la familia para ayudar a un extraño (o a la religión); vale la pena violar a alguien con tal de tener descendencia y Dios premia a quien crea en los dogmas sin ningún tipo de juicio.