Estás en el pavimento y tus pies sobre un material sintético que amortigua la textura del suelo, todo el tiempo tapándote del sol y sus rayos, del frío y su capacidad de congelarte. Estás en el planeta Tierra, rodeado de una especie igual a la tuya, perteneciendo a la vida; sin embargo, ante los ojos del universo no eres más que una partícula dentro de un punto azul conviviendo entre miles de astros.
Nuestra civilización vio su origen en una gran explosión y como dijo Carl Sagan: “el hidrógeno en nuestro ADN, el calcio en nuestra sangre, el carbón en nuestros pasteles del mañana… todo fue creado en el núcleo de estrellas que colapsan. Somos polvo de estrellas que puede pensar en estrellas”. Así es la vida, aunque parece que con el paso de los años vamos maniatando ese “polvo de estrellas”, lo modificamos, lo intervenimos e incluso, lo destruimos.
Cientos de guerras, dolor y sangre derramada conviviendo entre risas, poder y supremacía en un mismo escenario, teniendo como telón de fondo a la naturaleza, una que casi no se nota, pero que va desapareciendo en microsegundos. Ahí entra el arte, en medio del caos, mostrando los placeres y al mismo tiempo prediciendo nuestro modo de vida, por eso hay autores que se dedicaron a mostrar lo que nadie quería o quiere aceptar: nuestra propia destrucción.
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Zdzislaw Beksiński y su obra apocalíptica
La muerte de Zdzislaw Beksińsk fue una escena caótica donde una persona destruye a otra por avaricia, fue asesinado a puñaladas; observó el fin de su vida como quiso demostrarlo en sus obras, incluso podría decirse que nunca pudo llegar al apocalipsis que proyectaba, sino que tuvieron que arrojarlo al mismo. Justo como lo hacía en sus obras: Beksiński nos aventaba a la penumbra.
En esa penumbra se idealiza el futuro de la humanidad, se muestra el sufrimiento en primer plano y en la profundidad de sus ilustraciones y pinturas está la decadencia de la naturaleza, entre el fuego y los cambios acelerados de un hábitat que alguna vez proyectó pureza y paz.
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“Os retirantes” de Cândido Portinari
En un mundo donde el expresionismo dominaba las tendencias artísticas , “Os retirantes” hace alarde a los pensamientos y sentimientos en la mente del pintor brasileño Cândido Portinari. La obra versa entre la denuncia social y la decadencia humana, la hambruna y la pobreza en Brasil, un escenario y el terror que dictaba el modo de vida en la primera mitad del siglo XX.
“Os retirantes” predice también el conflicto de la migración como si fuera un efecto dominó. En la antigüedad, la humanidad pasó de ser nómada a convertirse en sedentaria por cuestiones alimentarias y de estilo de vida. Así se propició el progreso, sin embargo, hoy, la densidad de población también obliga a que muchas personas se trasladen de un lugar a otro y poco a poco volvemos a ser nómadas. Aquí todos los elementos son víctimas de las circunstancias y la solución se vislumbra en un valle casi ilusorio e incluso inexistente.
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“Apocalyptic Landscape” de Ludwig Meidner
“The Apocalyptic Cityscapes” no sólo es una de las series en óleo más desconcertantes del expresionismo alemán, también logra representar un contexto más objetivo y crítico de la realidad en la actualidad. Ahí resplandece el cuadro “Apocalyptic Landscape” demostrando la fría, pero a a la vez violenta imagen de balazos y explosiones que destruyen todo lo que conocemos.
Llama la atención que el origen de aquel fuego que destrozó los edificios provenga del cielo, anunciando que estos actos ya no suceden en la tierra, sino que se aprovecha cualquier espacio para generar destrucción. Se interviene el ambiente y a su vez “sangran” todos los planos del óleo; se muestra pura decadencia, al tiempo que se olvidan los agentes territoriales: la personas y la naturaleza misma.
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Pieter Brueghel “El triunfo de la muerte”
Si buscamos “El triunfo de la muerte” en un periodo histórico, deberíamos apuntar hacia un lugar donde haya dominado el caos, ya que nos adentramos en un mundo lleno de crisis económica y social. Aquí las catástrofes azotaban a la población, el hambre era una fuerza incontrolable y la riqueza sólo se depositaba en las manos autoritarias de unos cuantos. Sin embargo, casi como “justicia divina”, la Muerte aparece en tal escenario para dar orden y serenidad, termina ciclos sin importar si eres pobre, soldado, prisionero, aldeano, mercader o político, ella anuncia que la destrucción llegará algún día.
El ataque de la Muerte al “mundo de los vivos” puede interpretarse de diferentes maneras, pero dentro de la temática esencial de la obra de Pieter Brueghel podría afirmarse que esta figura es un individuo moralista que pretende arrebatar las banalidades y el poderío que la raza humana se ha adjudicado ¿Qué pasaría realmente si esto se llevara a cabo? ¿Quién puede asegurarnos que todos nuestros hábitos son buenos y correctos?
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Gilberto Esparza “Plantas nómadas”
Hoy el arte ha salido de una sala o galería, se transforma en cosas activas y deja aquella pasividad que invitaba sólo a apreciar y reflexionar su mensaje. Por eso, “plantas nómadas” de Gilberto Esparza plantea el futuro de la naturaleza en convivencia con la tecnología y su toxicidad, demostrando que ambas pueden coexistir en un mundo sin la necesidad de eliminar a una u otra. En esta obra se planea la salvación de la naturaleza y los seres vivos por encima del egoísmo humano y su instintivo o devorador poder de supervivencia.
“Plantas nómadas” es un robot autómata que camina por el agua, llega a lugares que están sumamente contaminados y descompone sus elementos: purifica el sitio y al mismo tiempo se alimenta de energía. En su interior trae consigo vegetales y microorganismos, lo cual la convierte en una máquina simbiótica.
Surge aquí la siguiente tesis: se debe combinar la inteligencia artificial y la biología para subsistir, de otra manera terminaremos acabando con la naturaleza. Tal vez suena fácil, se oye como una solución práctica, pero también provoca un debate interno quizá más filosófico o moral: ¿es el ser humano tan egoísta que necesita inventar máquinas para que éstas hagan el trabajo sucio? El día de hoy esto es una obra de arte y en el futuro podría ser todo un hábito común y corriente.
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John Martin “El gran día de su ira”
“El gran día de su ira” es una pieza grabada en óleo que retrata la perspectiva cristiana de las Revelaciones o el Apocalipsis. Como tal, el Nuevo Testamento es una obra artística en su contenido más que en la práctica, leerlo no representa que seas creyente, sino que aprecias las escrituras que muestran la destrucción de la humanidad. John Martin plasmó aquello que Dios haría en la tempestad, valiéndose no de poderes divinos e irreales, sino de la misma catástrofe natural.
Si lo analizamos más allá de una postura religiosa y adoctrinada, el gran protagonista de esta escena es la naturaleza: el primer plano lo domina la lava y los seres humanos abatidos ante una montaña que se destruye y un cielo que avienta rayos llenos de cólera. Así se predice que el aire, agua, fuego y tierra por fin logran destrozar a sus enemigos, combatientes milenarios que se resistían a convivir en paz.
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Atrás, mucho tiempo atrás, el universo vio su origen en una gran explosión, justo en ese momento las partículas comenzarían a “volar” por miles de millones de años para formar vida: agua, tierra, animales, plantas; todo lo que puedas imaginarte. También en un pequeño punto azul nos encontraríamos nosotros, los humanos; ese azul nos representaría ante el universo, es un azul que refleja los océanos y ese azul hoy nos hace apreciar la vida.
Tal vez la destrucción de la humanidad llegue algún día, sin embargo, si queremos irnos con grandeza, tenemos que dejar una huella, algo que nos identifique en millones de años: ese punto azul de los océanos, nuestra identidad planetaria.
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