El color es subjetivo, sobre todo en el arte. La experiencia de éste, más allá de sus características o propiedades físicas, aquellas que dominan al ojo en términos de la ciencia, no es la misma cuando nos situamos en el plano de artístico. Definitivamente, y por ejemplo, no siempre es el mismo rojo cuando le vemos en una flor o en la sangre de una víctima que cuando le admiramos en un cuadro de Rothko. Los colores en el juego de la estética adquieren entonces una carga de significados para nada azarosos que acumulan estilos, costumbres, situaciones, expresiones y alguna que otra emoción, siguiendo la firme idea de Gauguin, quien defendía que sólo un ojo ignorante asigna un color fijo, renunciando a toda tonalidad o contexto mutable, a cada objeto.
Si quizá siguiéramos en el escenario griego de las artes, podríamos sostener todavía esa concepción restringida y moral de las cosas en cuanto aparecen; afortunadamente, no es así. Gracias a una evolución crítica y de reflexión bien cimentada, hoy sabemos que esa pureza tan defendida en la filosofía de antaño puede ser omitida. Hemos dicho adiós a la sobriedad clásica que sólo aceptaba a los blancos, amarillos, rojos y negros azulados para abrirnos paso, paulatinamente, a las luces engendradoras del barroco, los resplandecientes festines cromáticos de Delacroix, la simbología de los colores con Goethe de la mano, la trascendencia natural del tono con Monet y los golpes de impresión en el arte contemporáneo.
Siguiendo esta línea, la que asigna y ve en cada color dentro de la pintura un universo de lecturas, interpretaciones y eventos, es que ese color que a cada uno de nosotros identifica o habla en nuestro lugar puede asignársele, en esa caracterización recíproca, a algún gran pintor de la tradición. A continuación, una vínculo –sugerido– entre tus ideales cromáticos, un artista especializado en ellos y los resultados que hemos visto a partir de ese trabajo fascinado por un color exacto.
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Ocre
En muy diversos niveles, a partir de diferentes combinaciones y saturaciones, Gustav Caillebotte ha impregnado casi el total de su obra por este color; desde el ligero brillo en la piel de sus personajes hasta los líquidos reflejos en el adoquín de sus paisajes, no sin antes mencionar sus campos y horizontes marítimos.
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Turquesa
Con sutiles sugerencias de este color, Edgar Degas impregnó luz y movimiento en sus famosas bailarinas de ballet; definitivamente no en todas, pero en una gran cantidad de ellas se logra advertir una ligera seducción de este tono en las blancas telas o elementos obvios de sus pinturas.
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Verde
Para un verdadero encuentro con este color, basta con mirar por algunos segundos la producción más impresionista de Renoir; aquella que jugó con la naturaleza y el vaivén de los aires terrenales. En diferentes contrastes, especialmente con los violetas, azules y naranjas, Pierre-Auguste nos ha brindado por seguro uno de los verdes más bellos en el lienzo.
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Púrpura
Así como su nombre evoca de inmediato a los lirios más enigmáticos del planeta, Monet también es sinónimo de una amplia gama de púrpuras y violetas, rosáceos y morados. En un viaje de encantos ultrafemeninos que bien podemos entender hoy también como seducciones masculinas, las flores en el sendero de este impresionista son exactos para todo amante de este color.
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Amarillo
Aunque no sabemos si esta pasión por el amarillo se originó en una droga como varias veces se ha supuesto o en un verdadero romance con el color, Vincent van Gogh es el pintor único e irremplazable para conocer realmente a fondo lo que esconde el mundo detrás de tan escandaloso espectro.
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Azul
Parece una obviedad, casi un cliché, pero es imposible pronunciar “azul” sin decir Picasso entre letras. Su tan famoso periodo comprendido entre 1901 y 1904 han marcado con vehemencia el uso de dicho color en las pinturas por venir; a partir de este meticuloso y obsesivo estudio de sus tonalidades, es que hoy gozamos de más y mejores profundidades en el dolor humano que habita los bastidores.
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Rojo
Con una ruta bien marcada desde la antigua Unión Soviética, la cual también podemos situar en la izquierda alguna vez existente de Yale así como en las enseñanzas estéticas de Max Weber, el expresionismo abstracto tintado de rojo por Rothko –el cual fue también su periodo productivo de mayor notoriedad– es la oportunidad más grande que se tiene para vivir el color en sí.
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Puede sonar trillado, incluso cansado, pero las emociones, personalidades y demás aspectos íntimos del sujeto que mira se conectan estrechamente con las obras de arte a un nivel que pocas veces consideramos relevantes; para ir en contra de esa no-suposición presuntuosa puedes leer A qué corriente artística perteneces según tu personalidad y descubrir cuáles son Las pinturas más oscuras para los humanos más inadaptados.