Sin publicar un horario de presentación, emitir declaraciones por parte de la artista o del museo, ni exponer alguna imagen pública o señal de un comunicado para la exhibición de la pieza de la artista minimalista Cornelia Parker, se presentó un performance protagonizado por Tilda Swinton: The Maybe.
La cédula describe sobre la pieza a una actriz viva, cristal, acero, colchón, almohada, lino, agua y anteojos. Tilda apareció sin previo aviso sobre la caja de cristal con nada más que estas posesiones, durmiendo durante ocho horas seguidas y, tal como lo real que es un performance en vivo, no se sabe cuándo será la próxima aparición de la artista escocesa en la caja, dentro de las seis más apariciones confirmadas.
Originalmente, el performance se llevó a cabo en 1995 dentro de la Galería Serpentine, de Londres, repitiendo la hazaña en el Museo Barroco de Roma. Siete años más llevó traer esta ejecución a Estados Unidos, y por supuesto que tenía que ser llevado al Museo de Arte Moderno de Nueva York.
Los espectadores sienten una especie de conexión curiosa ante el performance, y aunque cubierta en una caja de cristal y dormida, Tilda está “entre el público”, de alguna forma, quienes sin importar en la posición que observen la pieza siempre tratan de buscarle inicio posicionándose de frente a la cara de un cuerpo casi inmóvil.
No es la primera vez que dormir se convierte un arte, si bien Freud decía que el trabajo de los sueños es el más importante del hombre. Así como si cualquiera que despierto se comportase como lo hiciera en sueños sería tomado por loco, en el arte la locura está dentro del artista y el arte de dormir puede convertirse en una pieza para ser justificado por el ingenio del autor que la ejecuta.
En 2012, el Museo Nacional de Arte de Ucrania albergó la pieza “La bella Durmiente”, a cargo de Taras Polataiko, y tal como el cuento europeo, la artista yace dormida sobre una cama, esperando por el beso de un príncipe (o princesa) que la despierte.
El arte contemporáneo cada vez rebasa más la frontera entre la obra y el artista para dejar atrás los límites de un marco y experimentar directamente con el realizador. En 2010, el mismo museo de Nueva York inauguró la exposición de Marina Abramović: La artista está presente, que incluía una presentación performática de 716 horas y media, en la que la artista permanecía sentada inmóvil frente a una mesa en el atrio del museo y los espectadores eran invitados, por turno, a sentarse enfrente y compartir la presencia de la artista como parte de la experiencia estética.
Quizá, como se ha traducido la obra de Parker al español, permanece en las salas del MoMa, ya sea con Tilda o sin ella, siendo los visitantes del museo los que quedan a la expectativa de cuándo será la próxima presentación. Y como en todo performance la artista aparece y desaparece de la caja, de tal manera que ni los directivos, curadores o siquiera la seguridad del museo sepan los horarios de Tilda.