Diane es una ciudadana estadounidense que ha vivido en un edificio de Nueva York por quince años, un día, al ver la calle, notó que frente a su departamento se encontraba una enorme ventana que deja ver el interior de una recámara del inmueble de enfrente. Rápidamente notó que no se había percatado de la habitación porque antes existían unas espesas cortinas que escondían el interior del recinto.
Por quince años había ignorado esa habitación y ahora se convertiría en su obsesión. Las cortinas fueron quitadas por los nuevos inquilinos, una joven pareja en sus veintes con cuerpos envidiables. La primera vez que conoció a sus vecinos fue por error, simplemente quería observar si el sol había salido, cuando los vio, estaban desnudos. La cabeza de la cama se encontraba frente a la ventana y cada vez que hacían el amor ella los podía ver claramente, como si estuviera ahí.
Estas escenas la incomodaban, en ese tiempo estaba pasando momentos difíciles con su esposo y diariamente se encontraba en su casa cuidando a su hijo de tres años; lo último que quería era ver a dos jóvenes en su edad dorada teniendo sus mejores días y noches. Para evitar que su esposo pudiera ver la belleza de la ventana procuraba cerrar las cortinas el mayor tiempo posible, pero esto no funcionó ya que la habitación era muy oscura y necesitaban de la luz. Con el tiempo supo que no podía hacer nada y decidió continuar su vida como si no existieran.
Se acostumbraron a verlos y se convirtieron en el símbolo que les recordaba cómo eran en su juventud. Podían ver todas sus acciones, los días que tenían una cena romántica en el techo, las veces que dormían hasta tarde y las ocasiones que se ausentaban por semanas. Los años pasaron y ella se convirtió en una experta, se compró unos binoculares y al poco tiempo supo sus horarios, sus gustos y sus pasatiempos.
Esta situación idílica cambió. Ella vio por semanas la luz que iluminaba un cuarto vacío prendida a las cinco de la mañana, esto era extraño porque ellos nunca se levantaban tan temprano. En las tardes prácticamente ya no estaban presentes, ocasionalmente la joven estaba en el departamento por un breve instante y se retiraba por largas horas, mientras que su amado parecía que estaba ausente. Al ver la misma acción, se olvidó de la pareja por meses.
Un día fue testigo de una imagen espectral: en esa ventana que había sido testigo de los más románticos encuentros sexuales, vio a un extraño hombre calvo, estaba desnudo y parecía que podía ver cada hueso de su cuerpo por lo delgado que era. No le tomó mucho tiempo darse cuenta de que era ese joven guapo que había desaparecido por un tiempo.
A partir de ese momento dedicó su vida a ver esa ventana, los días pasaban y ella siempre veía al hombre acostado en su cama, él y la cama siempre eran la única constante. Poco tiempo después, comenzó a ver un flujo anormal de personas, no le costó mucho trabajo percatarse de que se estaban despidiendo. Fue en ese momento cuando una mujer de edad avanzada comenzó a quedarse con el enfermo. En los últimos días, la ventana que había mostrado una pasión incontrolable ahora tenía tres personas: el hombre, su pareja y su madre.
Por fin llegó el final, las dos mujeres salieron de la habitación y lo dejaron solo. De pronto, se dio cuenta de la situación, extrañamente tenía una conexión, una avenida podía separarla de la habitación, pero ella era de las pocas personas que estuvo presente con ese hombre en su lecho de muerte. Cuando se llevaron el cuerpo, tuvo un impulso y enseguida salió de su habitación. Al llegar a la calle alcanzó a ver el cuerpo y a la familia, fue en ese instante cuando notó que ellos no tenían la menor idea quien era y que simplemente era una desconocida. Jamás conoció sus nombres.
Vincent Mahe es un ilustrador parisino que también es conocido por el hombre de Mr. Bridon.
Su serie Neighbours ilustra las actividades de diversos personajes mientras son observados desde sus ventanas.
Su trabajo incluye limpiadores de ventanas, una mujer desvistiéndose y una fiesta. Una colección que nos muestra gran cantidad de historias que nos puede dar el voyerismo.
Vincent Mahe y la experiencia de Diane es una muestra de que esta conducta no siempre implica una actividad sexual, ya que nos puede adentrar a lo más profundo de la vida de las personas que viven frente a nosotros.
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Referencia:
Radiolab