En el inicio de los tiempos, Dios creó la vergüenza, los complejos y las envidias. De esta forma podría cumplirse el repudiante círculo del amo y el esclavo; la inquisidora relación de quien sufre y quien hace sufrir. Históricamente, la mujeres padecieron estos valores negativos hasta que un día una persona se rebeló con un ímpetu glorioso y derrocó el imperio masculino. Y no sólo eso, sino que reivindicó una prenda que durante siglos fue considerada como símbolo de opresión a la feminidad.
En el siglo XX, algunos de los accesorios típicos de las mujeres se convirtieron en blanco del activismo feminista. Este grupo se manifestó en contra del maquillaje, las revistas de modas y, curiosamente, una prenda del día a día: el brasier. Bastó sólo con que la famosa feminista australiana Germaine Greer declarara que “el brasier es una invención absurda” para que sus palabras resonaran en millones de mujeres alrededor del mundo, que de alguna u otra forma siempre se habían cuestionado acerca de la función y verdadera utilidad del sujetador.
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El 7 de septiembre de 1968 se reunieron cientos de mujeres sobre las calles de Atlantic City para gritar a los cuatro vientos su inconformidad. Además de los carteles, discursos y otros elementos de protesta, las Mujeres Radicales de NY encendieron un bote de basura para depositar en él lo que ellas llamaban “instrumentos de tortura”. En el fondo de la hoguera ardieron zapatos de tacón, pestañas postizas, ejemplares de la revistas Playboy y el tan odiado bra. Ese espectacular momento histórico fue nombrado como “la quema de brasier”.
Así se ganó una victoria simbólica que siglos atrás inició una joven aristócrata. Maria Antonieta, reina de Francia, fue una de las primeras mujeres de trascendencia social que decidió quitarse el corsé porque no entendía la necesidad de cargar con un objeto que la aprisionaba. La historia de esta prenda sería el vestigio directo del brasier, el cual lastimó y deformó miles de cuerpos de mujeres.
En el siglo XVIII el corsé de alambre era una prenda indispensable para la mujer. Incluso, las embarazadas debían usarlo para no encorvarse, claro que tenía modificaciones especiales. Aun así, la manía por usarlo se extendía hasta las niñas que a sus 8 años ya vestían con prendas galantes y aseñoradas. Maria Antonieta sufrió esta calumnia como todas las señoritas de la época, con la diferencia que el suyo era construido con hueso de ballena. Gracias al efecto que creaba (busto elevado, talle ajustado y cintura estrecha) los visitantes de la corte de su madre María Teresa I de Austria comentaron sobre la magnífica postura de la princesa, la cual era diga de una señorita de la realeza.
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Con escasos años de edad, María Antonieta se quejó poco de la práctica, pero con el paso de los años fue expresando más y más su inconformidad. Cuando se casó con Luis XIV y se liberó de la presión de su madre, la nueva reina de Francia se quitó la odiada prenda y dejando al descubierto su ropa interior que en ese entonces era una larga camisola de telas ligeras hasta las rodillas. Cuando Maria Teresa se enteró del sacrilegio que cometió al omitir el corsé, le escribió una serie de cartas donde se muestra la mentalidad retrógrada de la sociedad hacia la mujer.
“Me preocupo por eso, por temor a, como dicen en alemán, auseinandergehen, schon die Taille wie eine Frau, ohne es zu sein. No te dejes ir: esto no encajaría ni en tu edad ni con tu clase. La ausencia de corsé demuestra impureza, negligencia e incluso descuido general, por eso te atormento”. En otra carta, María Teresa propone que se hagan algunos corsés austríacos, que no son tan “rígidos como los de París”.
Entre regaños y reclamos de la familia real, las ideas de la ilustración comenzaron a difundirse por todo Europa, en especial las de Jean Jacques Rousseau sobre la naturaleza del humano. Fue en ese momento cuando las mujeres comenzaron a cuestionarse sobre el uso del corsé y todas las otras prendas que simbolizaban la opresión y una agresión directa a a la feminidad. El pueblo francés comenzó a desechar la prenda con más seguridad cuando se enteraron que su reina paseaba en ropa interior en el palacio.
Desde ese entonces Maria Antonieta se ganó un lugar en la historia como una mujer rebelde y auténtica, la combinación por la que en los siglos siguientes se luchó.
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La quema del brasier fue consecuencia del desprecio de Maria Antonieta por el corsé. Ella fue la reina de la alta costura y la moda, aunque para lograrlo dejó moribunda a todas las personas de Francia. Como resultado el pueblo se cansó de pasar hambre y el movimiento revolucionario más importante de la historia. Por el derroche de dinero la reina se ganó el odio de todos y murió decapitada el 16 de octubre de 1793.