Como estandarte: el honor y la valentía; como ciudadanos: guerreros; como territorio: el campo de batalla. Esparta fue un lugar de verdaderos luchadores en donde aquel que perdiera el honor o careciera de valentía, no tenía el privilegio de llamarse espartano.
Construyeron una de las más grandes milicias en el mundo antiguo, pero la trascendencia de su cultura viene de la dureza y la austeridad con la que la gente vivía, los ideales y principios que entre ellos defendían.
Una sociedad en la que los más grandes pecados vienen del miedo y el descuido.
A los 7 años todos los hombres, obligados a dejar atrás la belleza de la niñez, comenzaban su entrenamiento para convertirse en hombres que defenderían hasta la muerte a su gente y territorio.
Los examinaban en busca de defectos físicos; si encontraban algún limitante para su desempeño como guerreros, se olvidaban de su dignidad como ser humano y eran abandonados para morir solos. Aquellos que se mostraban aptos recorrían un camino, que ante los ojos de muchos, era aún peor que estar desamparado. De ellos esperaban una pelea sin desasosiego, la entrega de alma y cuerpo al baño de sangre que era el campo de batalla.
Los espartanos no eran seres arrastrados por la fuerza física y en desventaja intelectual, al contrario, constantemente nutrían su mente con estudios en artes escritas, política y religión, haciéndolos dignos contrincantes de cualquier enemigo.
Las escuelas expertas en la formación de guerreros expedían hombres listos para quitar la vida con sus propias manos, sin pesares ni dudas. Matar o morir.
Los espartanos fueron hombres capaces de pasar las hambrunas más devastadoras, las heridas más profundas y las batallas más escalofriantes. Eran alentados a pelear entre ellos; a sus 10 años aprendían que cualquiera podía ser el enemigo y que en el arte de la guerra, nada estaba prohibido más que morir sin pelear o
pelear sin valentía.
En su destino no estaba ser libres, guerreros por 6 décadas pero espartanos de por vida. Privados del matrimonio antes de los 30 años, flagelados y golpeados desde la infancia, herramientas para un fin, héroes en la mente de muchos.
Los guerreros espartanos fueron los hombres más valientes de la época, mortales que luchaban por defender su honor con todo su ser y esfuerzo, preparados para dar la vida en la defensa de su hogar.
La mayor deshonra era rendirse, para ellos un guerrero digno debía dar todo en la guerra y no descansar hasta su último aliento y, de ser posible, hasta haber aniquilado al último de sus enemigos. Morir en combate era un honor; el guerrero era recordado como un héroe para la comunidad, alguien que había cumplido con su deber como ciudadano.
“Vuelve con tu escudo o sobre él”
Inmersos en un universo en el que vencer y morir era un logro, pero vivir sin vencer era una vergüenza, los espartanos lucharon por años. Vivieron para pelear por defender lo que era suyo y matar a quién se convirtiera en un impedimento para eso.
No eran sólo 300, pero sí los hombres más valientes de la historia, desde su nacimiento hasta la muerte nos dejan un claro ejemplo de lo que es la valentía, la constancia y el amor por su pueblo y sus ideas; algo que actualmente suele olvidarse.
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