Las palabras son igual de perversas que dos cuerpos atrayéndose en un mismo espacio…
Lleva un tatuaje con veneno en su espalda.
A cualquiera pone a beber de él si le diera la gana.
Es toda una profesional a la hora de vestir, desvestir y sonreír.
Te congela los nervios al verla desnuda.
Tus palabras se guardan y observan.
No se explica su combinación de cejas gruesas, ojos color marrón, hoyos en sus cachetes y pecas que inician desde sus hombros hasta perderlas de vista en su caída libre hacia sus nalgas.
Nunca me dice que no.
Es increíble, sus ojos cambian mis matices.
Me tiene mal su respirar, gemidos y piel que como seda se deslizan y al caer mis manos se pasean.
A mis propuestas le agrega adrenalina, le gusta el sexo ocasional, formal y no le agradan los errores en el sexo oral.
Es una mina de emociones, no sabes en qué momento estallará y llenará la habitación de átomos llenos de éxtasis y frenesí por doquier.
Placer exclusivo, adictivo, nocivo.
Llevo su esencia como un estigma, sensación indescriptible, inteligible.
Me toca y se pierde, la beso y desaparezco.
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Tener relaciones sexuales es de los momentos más íntimos y agradables que se pueden experimentar en la vida, ya que “nunca están satisfechos los cuerpos que se apetecen” o si “sus caderas paralizaban el tráfico”.
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Las fotografías que acompañan al texto pertenecen a Sam Livm.