La serie norteamericana original de Netflix, “13 Reasons Why”, se ha convertido en uno de los programas más polémicos de los últimos años y, en definitivo, el más criticado de este 2017. Es muy difícil hallar opiniones neutrales: o la rechazan absolutamente por su calidad de apología del suicido, o bien, la aclaman como un contenido audiovisual necesario para el siglo XXI, en tiempos de redes sociales y linchamiento a través de Internet, pues “ayuda” a los padres de familia, maestros y a los mismos jóvenes a pedir ayuda cuando es necesario.
Cualquiera de las dos versiones no la redime de la exageración tan artificial que nos recuerda en todo momento que lo que presenciamos es ficción cínica y que incluso, la realidad es mucho más interesante: nada es forzado y todo es inevitable. Sin embargo, y cualquiera que sea la opinión que tengamos sobre ella, lo cierto es que ha tenido un gran impacto mediático a nivel global, pues presenta muchas “caras” (versiones) del suicidio.
Los primeros casos de la vida real intentando replicar la trascendencia que logró Hannah Baker, la protagonista que se corta las muñecas, ya se hicieron presentes: Los medios de Perú reportaron esta mañana sobre el caso de un joven de 23 años que se suicidó siguiendo el mismo procedimiento que aprendió de ver “13 Reasons Why”.
Franco Alonso Medrano era ingeniero industrial y “no soportó una desilusión amorosa”, por lo que se lanzó desde el cuarto piso del departamento donde vivía, en Arequipa. Según los testimonios de su madre, ella misma presenció el suceso y junto con sus familiares, solicitaron servicios de emergencia de inmediato para que lo trasladaran a la cínica San Juan de Dios. Pero Alonso llegó sin vida.
Tras su muerte, los peritos llevaron a inspección criminalística del departamento y hallaron dos notas suicidas. La Vanguardia dice que una de las cartas “daba instrucciones y nombres de los destinatarios a los que les había dejado unos audios en su ordenador” y en la otra se despedía de su pareja sentimental, por la que presuntamente se suicidó. El medio asegura que la “metodología” del joven es la misma que uso Hannah en la serie.
Hasta el momento, los investigadores el caso han descartado la participación de terceros en su muerte. Sin embargo, esto reavivará la polémica. La periodista de The Washington Post, Moriah Balingit, por citar un ejemplo, dice que de acuerdo a psicólogos y críticos del programa, los contenidos son “irresponsables”, pues permite que los adolescentes contemplen al suicidio como “la imagen de la vida que dejarán después de sus muertes”.
Eso aumenta sus posibilidades de considerar quitarse la vida. Asimismo, los productores jamás plantearon el concepto de que el suicido también puede ser consecuencia de una enfermedad mental y no sólo de sucesos traumáticos de la vida de alguien.
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