El día llegó. Las elecciones en Estados Unidos se están llevando a cabo a lo largo de este martes. Aquí presentamos cinco claves para entender este día histórico, donde conoceremos al 45º Presidente del país norteamericano.
1. El Colegio Electoral
La nación de las barras y las estrellas tiene un mecanismo peculiar para elegir a su presidente. El voto popular, como suele ser en otras democracias modernas occidentales, no es el número definitivo para designar al ganador. Los fundadores del país norteamericano crearon una modalidad que evitara que el “voto directo” designara a quien ocuparía la máxima oficina pública.
Por eso fundaron un Colegio Electoral, que designaría el número de votos electorales que tendría cada estado. El cálculo se realiza con base en el censo poblacional que se realiza cada década (el último ocurrió en 2010) y algunos factores más, como la economía, el tamaño y su aportación a las finanzas públicas.
Es por eso que California, la economía más grande del país, la entidad más grande geográfica y demográficamente, es el que tiene más votos electorales: 53. En cambio, la isla de Hawai, por ejemplo, sólo posee 4 votos electorales.
Los candidatos obtienen los votos electorales a partir del voto en cada entidad: quien se ubique en primer lugar en el voto popular (cantidad de votos) de cada estado recibirá la totalidad de votos electorales que esa entidad posee.
Este tipo de democracia es conocida como “democracia indirecta” ya que un voto puede valer menos o más de acuerdo al estado donde se viva.
En total, los Estados Unidos tienen 538 votos electorales repartidos entre 50 representaciones, desde Alaska hasta Wyoming. El candidato que alcance 270 votos electorales se consagrará de manera inmediata como presidente electo.
Por eso, se puede dar el caso de que un candidato gane el voto popular y aún así, pierda la presidencia, porque perdió en el conteo de votos electorales.
La última vez que eso sucedió fue en el año 2000: Al Gore tuvo más votos en total, pero perdió en los estados clave contra George W. Bush.
2. Los estados claves
Como el objetivo es ganar los votos electorales por encima del voto popular, los candidatos suelen enfocarse en un grupo de estados (varía según el año) llamados “campos de batalla” (battlegrounds), que es donde ambos partidos son competitivos. Este año, el mapa de estados competitivos, o estados clave, fue por momentos irregular y, como pocas veces, amplio.
A los clásicos estados de Florida, New Hampshire, Nevada, Iowa, Ohio y Carolina del Norte, se le sumaron estados que antes eran claramente dominados por un partido: Arizona, Georgia, Pennsylvania y por momentos Utah, también se sumaron a este pelotón.
Hay un grupo de estados en donde los candidatos se saben ganadores porque la abrumadora mayoría vota a un partido, más allá de quién sea el candidato: California, Nueva York, Hawai, Washington, Washington DC y Oregon, por ejemplo, son entidades seguras para el Partido Demócrata. En el caso del Partido Republicano, los estados seguros son Indiana, las Dakotas, Kentucky, Idaho, Montana y el “sur profundo” (Louisiana, Alabama, Mississippi, Oklahoma) y Texas.
El estado “indeciso” por excelencia es Florida: sus márgenes siempre son menores al 1 % entre una candidato y otro y suele definir al ganador de la elección.
En años anteriores, Ohio servía como un barómetro del voto nacional: los márgenes y alcances de los candidatos eran casi idénticos en este estado y a nivel nacional, lo cual dio origen a una frase común en el argot político norteamericano: “así como vota Ohio, así votan los Estados Unidos”.
Pero este año ha sido diferente: a diferencia de los sondeos nacionales, la entidad ha sido dominada en casi todas las encuestas desde agosto por Donald Trump.
3. El voto latino
Es posible, como indicó el profesor Larry Sabato, experto en elecciones estadounidenses, que este año sea por fin el ciclo en el que el voto de los latinos haga la diferencia para que un candidato gane. Ese candidato es, evidentemente, Hillary Clinton.
La retórica de Trump, sumada a la de su partido, que durante años ha alienado a los inmigrantes con sus políticas y discursos, han provocado una oleada de “voto anticipado” en niveles inesperados.
Eso podría inclinar la balanza hacia los demócratas en estados clave como Florida y Nevada, donde Trump no puede perder si quiere ganar la Casa Blanca.
4. ¿Qué pasaría en caso de un empate?
Sólo hay una manera de que las elecciones den como resultado un empate: que ambos candidatos logren 269 votos electorales cada uno.
Nunca ha pasado en la historia de la República, pero la Constitución tiene un mecanismo para llevar a cabo el desempate.
El nuevo Congreso, que también será elegido este martes, tendrá la labor de elegir al presidente: los diputados tendrán un voto cada uno y podrán votar libremente por el candidato de su elección, haya participado en el proceso electoral o no, siempre y cuando cumpla los requisitos mínimos marcados por la ley.
En este caso, el Congreso sería de mayoría republicana, lo cual podría darle una eventual victoria a Trump, pero no todos los representantes populares quieren verlo de presidente, por lo cual podrían proponer a una cara nueva en este ciclo, como el excandidato y exgobernador de Massachussets Mitt Romney.
El senado elegiría al vicepresidente. En este caso, las encuestas indican que
habrá mayoría demócrata, lo cual nos daría a un vicepresidente de otro partido. Sería la primera vez en más de 150 años que dos partidos diferentes integren el ticket presidencial.
5. ¿Qué sigue después de las votaciones?
Si alguno de los candidatos alcanza la meta de 270 votos electorales, el Colegio Electoral se reunirá en diciembre para nombrar de manera oficial al ticket ganador. En enero de 2017, Barack Obama le entregará el poder a Clinton o a Trump.
La administración dura cuatro años, con opción a una sola reelección. En 2020, tendremos nuevamente elecciones, ya con la nueva versión del Colegio Electoral, actualizada con el censo que se realizará en dicho año.
Sólo un presidente se ha reelegido más de una vez, cuando la enmienda contra varias reelecciones no existía: Franklin D. Roosevelt se reeligió tres veces (en los años de 1936, 1940 y 1944). Aunque durante su última administración murió de polio a los cuatro meses de asumir el cargo por cuarta vez consecutiva.
*Con información de: The New York Times, Politico, FiveThirtyEight, The Crystal Ball.