En El Salvador, la tasa de homicidios asciende a 80 por cada 100 mil habitantes. A lo largo del 2015, se cometieron 6 mil 7o0 asesinatos, una tasa de 114 muertes por cada 100 mil habitantes, el mayor índice dentro de las naciones que no sostenían una guerra abierta ese año. En ese mismo año el país obtuvo el título del país más violento del hemisferio occidental.
La mayoría de los asesinatos son cometidos durante enfrentamientos entre la policía y las pandillas, en especial la “MS-13” y “Barrio 18”.
Sobrevivir un día más a la violencia normalizada en el país es una hazaña: la última vez que la nación centroamericana logró pasar un día completo sin asesinatos fue el pasado 22 de junio del 2015, antes de eso sólo se había logrado una vez en el 2013 y en el 2012. El pasado miércoles, los ciudadanos volvieron a tener uno de esos días gloriosos.
El director de la Policía Nacional, Howard Cotto confirmó para la publicación Tiempo que el miércoles fue el primer día desde hace dos años sin homicidios, sin embargo, eso no significa que hayan firmado ninguna tregua con las pandillas.
El año pasado se registraron más de 5 mil 200 muertes, cerró con un promedio de 14 por día. Tan sólo hasta el 11 de enero de este año se registraron 99 casos.
Es cierto que en el 2016 disminuyeron los asesinatos en un 20 por ciento (alrededor de mil casos menos) en comparación con el 2015 gracias a una estrategia severa implementada por el presidente Salvador Sánchez Cerén iniciada en abril del 2016, quien aseguró que las pandillas habían declarado la guerra contra el gobierno y obtener prebendas. Sin embargo, el país centroamericano sigue posicionado como uno de los líderes en la lista de las naciones más violentas de América.
Sánchez desplegó cientos de cuerpos policiales y militares destinados exclusivamente a la captura y desarticulación de las pandillas, que además de tener sumida en el miedo a la población, secuestran a los ciudadanos y extorsionan a los comerciantes salvadoreños.
Organizaciones de derechos humanos salvadoreñas e internacionales han señalado que el gobierno arremete con la misma violencia que intenta eliminar. El gobierno de El Salvador se niega a aceptar la muerte de más de 500 pandilleros a manos de las autoridades.
Dos años atrás, su predecesor, Mauricio Funes, aceptó una tregua ente el gobierno y las pandillas y logró que los asesinatos pasaran de más de 4 mil a sólo mil en el 2014. No obstante —de acuerdo con Prensa Libre— analistas políticos salvadoreños consideran que el acuerdo sólo sirvió para empoderar a las “maras” y que regresaran en los años venideros con mucha más violencia y mejor armados.
Dichas agrupaciones criminales proliferaron belicosamente desde hace 25 años, a principios de los años 90. El objetivo principal es controlar al país económica y socialmente. Para lograrlo, se han organizado, se equiparon con armamento especial y esparcieron sangre para infundir miedo (y en algunos casos respeto) dentro de la población.
Todos los mandatarios que han pasado por El Salvador en las últimas dos décadas han fallado al implementar una estrategia de seguridad y contención contundente, que elimine a las agrupaciones criminales que colocan al país como uno de los más violentos del hemisferio occidental.
*
Podría interesarte:
Por primera vez, Peña Nieto admite un “repunte” de la violencia en el país.
La aplicación para combatir violencia contra la mujer en la CDMX.
Violencia en el país aumenta: recursos para su combate y prevención disminuyen.