Las redes sociales se han convertido en la plaza pública de las nuevas generaciones. En sus “muros” y cuentas personales someten a escrutinio a los sucesos más relevantes, además de compartir o replicar artículos sobre el tema generando un “debate” moderno en línea sin moderadores definitivos.
Aceptan el activismo digital, “desde el sillón” pero rechazan el activismo clásico que implica, necesariamente, un movimiento social organizado que desemboca en marchas o manifestaciones: Se han convertido en la “Generación Silenciosa”, temerosa de cruzar el umbral que los separa de la feroz realidad y de las multitudes que sostienen los carteles que presagian la hecatombe.
De acuerdo a The Independent, los expertos encargados de analizar este tipo de conductas modernas (y a la vez arcaicas) han llegado a la conclusión de que, para las generaciones jóvenes, las manifestaciones públicas ya están pasadas de moda: “Han tomado a la Internet como su principal plataforma para lograr que sus voces se escuchen”.
Sin embargo, un estudio reciente hecho por Voxburner, empresa que determina tendencias del marketing en un público joven, a alrededor de mil jóvenes entre los 16 y 24 años reveló que “el futuro del activismo podría estar presenciando su revolución más silenciosa hasta ahora”. Sólo un cuatro por ciento de ellos aseguraron ser partícipes de manifestaciones “fuera de casa”.
Más de la mitad de los encuestados aseguraron que comparten sus opiniones o artículos sobre hechos de actualidad en sus redes sociales y casi un 75 por ciento de ellos coinciden en que el activismo online es igual de importante que el activismo tradicional.
Sin embargo, asegura The Independent, publicar un tuit o actualizar el estado de Facebook no implica el mismo esfuerzo que transmitir las ideas propias en las calles. Esto se explica por la facilidad de las campañas, de lo sencillo que al final resulta ese tipo de activismo y de movilizaciones.
Ahora todos tienen el poder de dar a conocer su punto y pedir (muchas veces exigir) un “cambio” a través de peticiones y la recaudación de firmas electrónicas, que se registran con un sencillo login en alguna red social.
Los millennials se han acomodado, han encontrado su zona de confort y de resultados inmediatos y sencillos desde la comodidad de sus casas.
Todo se ha vuelto tan sencillo que no implica un pensamiento tan complejo y no exige lo que necesariamente piden los movimientos “callejeros”: Dejar la casa, tomar una postura clara, recorrer kilómetros de distancia, tener la paciencia de intercambiar puntos de vista, escuchar a los líderes del movimiento y replicar sus ideas de una manera particular, enriquecida con las visiones propias o nuevos puntos de vista.
Una estudiante universitaria dijo para The Guardian que ella piensa que los jóvenes son y siempre dirán lo que piensan, pero “las redes sociales han logrado que se manifiesten y salgan a la luz los pensamientos de una forma que el mundo no había experimentado” (y a la que tampoco estaba acostumbrado, pues antes la única opción era marchar, tomar las calles).
A pesar de que el estudio sugiere que las nuevas generaciones tienen una enorme distancia entre las ideas y formas de vida de sus antecesores, no es una diferencia irreconciliable porque, a pesar de todo, siguen considerando a los valores “tradicionales” como válidos, aceptados e incluso necesario en los tiempos modernos.
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