Foto: Doctorante Ricardo Rubio. Especialista en Parlamentarismo, Derecho Constitucional y Administrativo.
Pareciera que no funciona mucho que digamos aquella perorata presidencial de “no mentir, no robar y no traicionar porque eso ayuda mucho para que no de el coronavirus”. Las cifras son devastadoras, según datos oficiales –a los que hay que multiplicar mínimo por 3 de lo que realmente se nos informa– hay más de 180 mil personas contagiadas y más de 21 mil personas fallecidas en México a causa del COVID-19, con base en estas cifras queda claro que el gobierno de López Obrador prefiere que haya muertos a que haya pruebas, pues en las últimas semanas los fallecimientos se triplicaron al pasar de 5 mil 177 a mas de 21 mil.
Lo anterior aunado a que el Jefe de la OMS, Tedros Adhanom, informó que la pandemia está empeorando, ya que hay cerca de 9 millones de personas contagiadas en todo el mundo y más de 400 mil decesos, por lo que pidió “evitar el exceso de confianza, ya que la mayor parte de personas a nivel mundial siguen siendo susceptibles al contagio”.
Con todo y eso, en México comenzó una “nueva normalidad” en medio de un clima de incertidumbre, desconocimiento y sin las herramientas para enfrentarla; las y los mexicanos seguimos sin poder acceder a una prueba de COVID-19, por lo que no sabemos realmente cuántos contagios hay, en dónde están, si están aislados o no y si las pérdidas humanas realmente son las reportadas; ya nadie le cree a López-Gatell.
El Gobierno de México sigue sin echar a andar un plan de reactivación económica que permita a las micro, pequeñas y medianas empresas (mejor conocidas como MIPYMES) afrontar la crisis económica. Por si fuera poco, México vive niveles históricos de desempleo, casi 3 millones de personas se quedaron sin trabajo y cerca de 10 millones más del sector informal de la economía perdieron su fuente de ingreso, quedando a la deriva y sin ningún tipo de apoyo para salir adelante.
La verdadera normalidad, por el otro lado, está llena de retos por superar, por lo que urge que el Gobierno de México esté a la altura del reto mayúsculo que representan los estragos de la pandemia y dote de herramientas suficientes para que podamos salir adelante.
Se deben de cancelar –como mínimo– la refinería de Dos Bocas, el Tren Maya, las obras de Aeropuerto de Santa Lucía y la remodelación del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México para redireccionar ese presupuesto e instrumentar una renta mínima para todas las y los mexicanos. Otorgar un ingreso básico vital y recuperar, con las medidas sanitarias necesarias, las estancias infantiles para madres y padres trabajadores; dar incentivos fiscales para MIPYMES y tener más presupuesto para las entidades federativas. En pocas palabras, hacerle frente a la crisis sanitaria.
Si lo que se pretende es construir una nueva normalidad, es fundamental implementar un auténtico plan de infraestructura, inversión productiva y apoyos para MIPYMES para reactivar la economía y recuperar empleos para las personas.
El Presidente ha fallado en su oportunidad histórica de ser un estadista ante la adversidad, que viera por el desarrollo y crecimiento de México; abandonó al sector productivo de la población que da 7 de cada 10 empleos en el país.
El enfoque de la mayoría de los apoyos es en programas sociales y obras que en este contexto carecen de todo sentido común, como lo es la Refinería de Dos Bocas, el Tren Maya y el Aeropuerto de Santa Lucía. Es muy grave y sumamente peligroso no rescatar al sector productivo, ya que son los que dan y crean los empleos, y no hacerlo solo profundizará la magnitud de la crisis económica.
El gobierno está dejando a la deriva a millones de trabajadores que dependen de las MIPYMES. El Presidente no ha entendido que, si la iniciativa privada no recibe apoyos del gobierno en esta crisis, miles de empresas seguirán quebrando, generando más desempleo, pobreza y violencia en el país.
El gobierno debe estar del lado de los empleos, las y los jefes de familia llevan el sustento a sus hogares mediante el producto de su trabajo, es justo y necesario que el gobierno los apoye.
La falta de ingresos tiene una repercusión importante en la economía; no solo afecta al que pierde los ingresos, sino que tiene un efecto multiplicador hacia la contracción del consumo, que a su vez implica menores ingresos también para su comunidad.
Es preocupante que la tasa de participación económica en abril fue del 47.5%, cifra inferior en 12.3 puntos porcentuales a la de marzo del presente año. Es decir, de 57 millones de mexicanos con participación económica, pasamos a 45 millones.
Lo anterior representa un claro peligro económico, pues sin ingreso por la falta de empleo, las y los mexicanos no pueden consumir o gastar, lo que se traduce en menos participación económica, pero sobre todo, que las familias mexicanas dejan de contar con recursos para satisfacer sus necesidades.
Por ello, urge que se entregue una renta mínima o ingreso básico vital que consistiría en entregar un apoyo económico directo a las y los mexicanos que hayan perdido su fuente de ingreso, para que puedan sobrevivir a la crisis junto con su familia y ayude a reactivar la economía nacional.
El objetivo de esta renta mínima o ingreso básico vital es aminorar los rangos de pobreza que ha generado la negligencia del Gobierno de México. Se estima que el COVID-19 dejará 12.5 millones de nuevos pobres en México, de acuerdo con el CONEVAL. Por ello, es más que evidente la necesidad de este derecho a un mínimo vital, el cual incluso es un derecho constitucional local en el caso de la Ciudad de México.
Así que, ¿a cuál normalidad nos queremos adecuar, a la “a-normalidad” que el gobierno propone con su indolencia, negligencia y abandono o a la normalidad donde el gobierno en tiempos de crisis, a través del derecho a recibir un ingreso básico vital, devuelve a los mexicanos el dinero de los mexicanos?
Así que, bajo el concepto del gobierno, como diría Morticia Addams, “la normalidad es una ilusión; lo que es normal para la araña, es un caos para la mosca”, usted juzgue quién es la araña y quienes son los que caen como moscas.
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