Años de psicoanálisis, terapias de psicología clínica y hasta ahora nadie ha logrado controlar a la mente humana. Dormidos o despiertos, es precisamente en la mente donde se han producido las imágenes que más miedo nos han provocado en todas nuestras vidas.
Ni los más escépticos están exentos de las pesadillas, escenas de horror inexplicables, personajes malformados, miedos cotidianos y enterrados en el subconsciente nos salen al encuentro mientras dormimos. Y en realidad no podemos hacer nada para que cesen.
De acuerdo a IFLScience, de la Escuela de Medicina de la Universidad de Colorado sentenció que hay varios tipos de miedos atemorizantes que se pueden desarrollar en todas las etapas del sueño.
Sin embargo, las verdaderas pesadillas se experimentan durante la fase de movimientos oculares rápidos (REM por sus siglas en inglés), esa que sucede justo al final de nuestro ciclo de sueño.
El desorden de estrés post traumático es una de las principales causas: las personas que han experimentado experiencias de este tipo se inundan de miedos y ansiedades que no los abandonan ni durante el sueño.
Un estudio descubrió que el 80 por ciento de los que sufren de ese desorden aseguran tener pesadillas con frecuencia. Un ejemplo más conciso: el 53 por ciento de los veteranos que pelearon en la Guerra de Vietnam tienen sueños de terror con frecuencia.
Al estudiar a las personas que sufren de un “desorden de pesadillas” (que las tienen con mucha más frecuencia que el resto de las personas), se descubrió que en la amígdala, una parte del cerebro que controla los miedos y el aprendizaje, empieza a sobreactuar en pacientes don el desorden mencionado.
Los centros del cerebro que controlan las emociones, como el sistema paralímbico, también reportan mucha más actividad durante las pesadillas. Los medicamentos hormonales y que controlan a los neurotransmisores también provocan los sueños lascivos.
A la vez, si comenzamos a tener más pesadillas, el desorden de estrés post traumático podría agravarse y esto incrementa los riesgos de que una persona se suicide, por ejemplo.
Pagel asegura que las pesadillas pueden producirse con mayor frecuencia si durante el día estuvimos en contacto con algún episodio que nos haya provocado miedo. No todo está mal con los sueños terroríficos: a diferencia de los sueños, las pesadillas nos dan una retroalimentación sobre lo que pasa dentro de nuestras mentes.
No todo es malo. “Una pesadilla podría ayudarnos a comprender nuestra propia psique” y lo mejor: “las personas que tienen pesadillas frecuentemente tienen personalidades más creativas”, aseguró Pagel.
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