Imagina que estás en tu casa, conviviendo con tu familia y de forma sorpresiva sientes un apretón. Alguien te secuestra para llevarte a una plancha de madera. Estás mojado y confundido. La incertidumbre te consume y de repente, una hoja de acero comienza a cortarte una pierna y un brazo. Medio minuto después pierdes otra extremidad al mismo tiempo que ves cómo se mueve por el tambaleo incontrolable. Así, vivo y sin anestesia, sólo porque a alguien cree que tu carne sabe mejor si el corte es fresco y para satisfacer su apetito con semejante manjar.Se lee terrible, ¿verdad? PETA, la ONG de defensa animal más grande del mundo considera que eso es exactamente como describirían los cientos de animales que son preparados a diario en el restaurante de comida coreana T Equal Fish, en Los Ángeles, California, al cual sus clientes acuden para saborear un platillo llamado “sannakji”, palabra que en español se traduce como “pulpo retorciéndose”.
Este “manjar” consiste en servir pequeños trozos de tentáculos condimentados con aceite de sésamo. Aunque imaginar la sensación de un tentáculo de pulpo retorciéndose entre la lengua y el paladar no parezca muy apetitoso, la organización documentó que lo más extraño de todo llega cuando son arrancados con el animal aún se encuentra con vida. Después de cercenar al pulpo, los cocineros rebanan los tentáculos y los sirven en pequeñas porciones. Al estar recién arrancados, los pequeños trozos de pulpo siguen moviéndose y reaccionando a estímulos, como últimos reflejos de su sistema nervioso.Pero la crueldad no para ahí; cada pulpo se utiliza para servir dos platillos y, mientras no llegue otro cliente que quiera comer sannakji, el animal se mantiene con vida sobre una tabla para picar, rodeado de sangre y cuchillos de carnicero.
Cuando el último tentáculo del pulpo es mutilado, el chef, como acto final a su obra, arranca sus intestinos y lo deja morir, aún con el cerebro intacto.Esta escena filmada y difundida por (Personas por el Trato Ético de los Animales, se convirtió en viral esta semana después de que la grabación fue difundida a través de YouTube.
“El pulpo que siente dolor cada vez que lo cortan”, explicó la Dra. Jennifer Mather —experta en cefalópodos y profesora de la Universidad de Lethbridge— siente el mismo dolor que siente un cerdo o un conejo cuando le arrancan una pierna”, se lee en el sitio web de PETA.La organización también reveló que el T Equal Fish no es el único restaurante norteamericano que sirve animales vivos para sus comensales. Según información de ONG, más de una docena de restaurantes en California y Nueva York sirven y mutilan vivos a pulpos, camarones y langostas.Estos restaurantes sirven camarones vivos después de cortarles la cola o arrancar sus exoesqueletos para que sus comensales puedan morder directamente la carne del animal, sin importar que éste aún se siga moviendo dentro de sus bocas.Con las langostas la situación no es menos perturbadora; los cocineros les arrancan las colas para prepararlas preparadas al estilo sashimi, es decir, crudo y finamente picado.
El sashimi, tradicionalmente servido crudo, sirve junto a los cuerpos mutilados aún con vida retorciéndose cada que las personas encajan sus tenedores y cuchillos.
“Pueden prever una situación dolorosa, difícil y estresante, y también pueden recordarla”, La Dra. Mather insistió en su entrevista con PETA. “No hay absolutamente ninguna duda de que sienten dolor”.
También afirma que los camarones, las langostas y otros crustáceos cumplen con todos los “criterios” científicos para poder sentir dolor, incluso el de tener un sistema nervioso desarrollado.
“Exhiben comportamientos para evitar lastimarse y de alta protección, tal como un perro, un cerdo o un primate lo harían”, concluye la experta en cefalópodos.En China y Corea a comer pescados, camarones, langostas y ranas cuando aún se encuentran vivos y experimentar la sensación de un animal moviéndose en sus bocas se le conoce como “ikizukuri”. Sin embargo, PETA teme que la popularidad de este estilo de cocina asiática tome un impulso y se convierta en una tendencia en países occidentales, lo que según la organización, condenaría a estas especies a sufrir un dolor innecesario a escala industrial.
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