El sujeto que el domingo pasado transmitió en vivo por Facebook un video donde asesinaba a sangre fría a un hombre de la tercera edad, fue hallado muerto con una herida de bala dentro de un Ford Fussion blanco sobre la calle Buffalo Road, en Erie, Pensilvania, a las 11:00 am, según el diario local Goerie.
La policía estatal ha estado rastreando el vehículo de Stephens. Se presume que se suicidó frente a una escuela primaria, donde la policía bloqueó la calle y aseguró el perímetro.
Steve Stephens dijo haber tenido mucho coraje y frustración. Asegura haber matado a 13 personas y estar al asecho de más. Mencionó que seguiría asesinando hasta que lo atrapen.
Su última víctima fue elegida de forma completamente arbitraria en las calles de Ohio: un hombre de la tercera edad, Robert Godwin, abuelo y padre de nueve. El momento exacto en el que recibió el disparo que lo fulminó fue grabado por el victimario y transmitido en vivo a través de Facebook. “Acabo de ‘chascar'”, dijo minutos después de detonar el arma.
El definido por sí mismo como “monstruo” tuvo el temple de publicar otro video en Facebook tras la ejecución: “Siempre tuve que probarme a mí mismo, siempre tuve que soportar las bromas de los demás. Sólo matar, todo por culpa de Joy Lane. Ella me puso en este punto (…) Me acabo de ir y aquí estoy, masacrando”. En un tercer video en vivo, culpa a su madre por crear al endriago que es.
Mientras tanto, la progenitora reveló para la CNN que lo vio precisamente un día antes del asesinato difundido en Facebook. Steve le dijo, “si me vuelves a ver, seré un milagro”. Y el verdugo internauta no se convirtió, precisamente, en un milagro, sino en el emblema de las nuevas formas de delinquir y hacerlo saber al mundo en tiempo real, en la época del imperio de las redes sociales.
El video ya fue eliminado de la red social, sin embargo, muchos medios lograron publicarlo. En la serie de imágenes, Steve le dice al anciano que diga el nombre de su novia, Joy Lane, a la que culpa de todas las atrocidades que presuntamente ha cometido y el móvil del resto de los crímenes que seguirá perpetuando.
Minutos antes se preguntaba a quién iba a matar y súbitamente, señaló a Godwin como quien elige una prenda en un aparador.
El victimario, indefenso, intentó protegerse con una bolsa de plástico que sostenía al momento de recibir el disparo, mientras que el asesino decía “di su nombre”. En publicaciones posteriores, Stephens escribió en su perfil de Facebook (que ya fue eliminado por las autoridades): “He perdido todo lo que tenía en el juego. No voy a entrar en detalles pero he llegado al límite, estoy realmente en una mierda de asesinato. Facebook, tienes cuatro minutos para decirme por qué no debería estar en el corredor de la muerte”.
Las transmisiones en vivo de Facebook y otras redes sociales han permitido que las personas compartan sus infiernos personales, sus propios pesares y los trastornos que los empujan al suicidio, al asesinato o a la planeación estratégica de masacres de todo tipo.
La avidez por escenificar los crímenes al estilo de un film noir ha superado todas las barreras malhechoras. La línea que separa a víctimas y a victimarios y el juicio de asesinos y terroristas cuelga de un click, de un “me entristece”, de un “me enoja”, del scroll eterno que permite la repetición de la vorágine en loop infinito.
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