Si te dijeran que tienes una enfermedad mortal incurable, ¿desearías ponerle fecha a tu muerte?
Brittany Maynard conmocionó al mundo luego de programar su muerte a manos de la eutanasia, tras sufrir una enfermedad que deterioró drásticamente su vida. La mujer, quien llevaba una vida normal y aparentemente sana, empezó a sentir malestares fuera de lo habitual; sin embargo, no le dio importancia y siguió viviendo con síntomas mucho más profundos cada vez. Cierta ocasión decidió ir al médico y le dieron la notica más devastadora de su vida: sufría de cáncer terminal en el cerebro.
Con 30 años, sintió que el mundo se le venía encima y cómo no hacerlo si de un día para otro la vida se le estaba yendo de las manos. Así, con tal de no sufrir los estragos que el cáncer le traería decidió que quería morir bajo sus propios términos. Decidió entonces abrir una página web en la que documentaría cada paso que daba y cómo lo estaban tomando su familia y ella misma.
Tanto su esposo como su familia se negaban a que lo hiciera, a pesar de no tener esperanza de vida. Realizó una lista de actividades a realizar antes de morir y pronto anunció que había realizado todas, la última era visitar “El Gran Cañón” y lo hizo una semana antes de la fecha programada para su muerte: el 1º de noviembre de 2014.
El funeral se llevó a cabo entre lágrimas y cientos de incógnitas, así como críticas y manifestaciones, pero en lugar de sucumbir ante ellas o responder las preguntas, los padres y el esposo de Brittany decidieron hacer una especie de campaña en la que explicarían los beneficios y daños de la eutanasia. Sin embargo, por respeto a la memoria de la chica dejaron la campaña y trataron de seguir su vida normal. A raíz de ello, muchos foros y páneles de discusión se abrieron en la red para definir si la eutanasia es moral y éticamente viable o no.
¿Qué es la Eutanasia?
Se define como la acción que acelera la muerte de un paciente desahuciado con la finalidad de evitar dolencias, molestias y sufrimiento. Existen dos tipos: la primera consiste en conseguir la muerte a base de fármacos autorizados o de una una manera un poco más drástica y difícil; detener el tratamiento y la dieta que tuviera como especificación. La segunda es sobrecargar el organismo con medicamentos para el dolor y demás afecciones con el fin de que se produzca una especie de sobredosis y lleve al paciente a la muerte.
Con esto en mente, parece muy sencillo entenderla, pero no es sólo la decisión que alguien toma sobre su cuerpo y le pone fin de su vida. Es más bien una construcción social que se ha llenado de mitos y leyendas que únicamente la hacen una situación difícil de entender.
¿Cuándo se puede aplicar y cuándo no?
Éste es el dilema que ha venido acarreando la eutanasia desde siempre. Viéndola como un problema ético, ésta no es para nada la solución. Vivimos en una sociedad con valores muy arraigados, aunque no sean precisamente los más acertados y adecuados a lo tiempos modernos, siempre estará la duda de si se trata de un suicidio y en caso de que alguien más lo decida un asesinato. Sumándole ideas religiosas, es bien sabido que el suicidio condena el alma del sujeto y lo manda directo al infierno. Socialmente, para los grupos más moralistas se trata de una condena de vida y una alteración natural.
Sin embargo, la mejor justificación para esta práctica recae en que la vida del enfermo ha perdido toda calidad, está llena de dolor, cansancio y estragos físicos. Entonces, tal visión ética pasa a segundo término para priorizar los motivos científicos y psicológicos entre los que están evitar una experiencia tan desagradable como irreversible; incluso ese un motivo más grande que el dolor de la persona. Pero, ¿qué tiene de malo evitar todo el sufrimiento y dolor de una persona además del desgaste familiar?
Nadie que no pase por un mal momento desea morir, pero la ciencia ha avanzado al mismo tiempo que la sociedad y en ocasiones, ofrece una solución al sufrimiento. En cuanto a la ética, esta idea no entra en ella, porque ha sido pensada como una solución a otros tipos de muertes, es decir, la condena a muerte en diversos países, pero sería esto un asesinato sin culpables.
Viéndolo desde esta perspectiva, estamos atorados en un ciclo que parece nunca dar tregua. Entre brindar y no oportunidad a una persona que decida sobre su final, entre la moralidad arraigada y el crimen, simplemente parece que damos vueltas. Pero el que tiene la última palabra debería ser el paciente, no las leyes ni la autoridad, ni la familia, sino él o ella.
En ocasiones, la eutanasia puede ser la última voluntad de alguien en su sano juicio. Quizá sea la última decisión certera luego de la noticia de la muerte cercana. Puede que definir una fecha de muerte sea lo más acertado luego de una enfermedad irreversible llegó a destruir su mundo y –literalmente– su vida. Al final de cuentas, todos moriremos, pero si el dolor y la desesperación se pueden evitar bajo la autorización legal de la persona, ¿por qué no hacerlo?
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Referencias:
Mañón Garibay, Guillermo José, “La eutanasia: derecho a la muerte digna”, Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM.
La eutanasia como problema ético