Desde que Trump llegó la presidencia, la normalización de la discriminación, el racismo y la xenofobia crearon el ambiente propenso para que los asesinatos indiscriminados y los disparos a quemarropa se conviertan en la nueva bandera policial.
Durante todo el 2015, mil 146 personas murieron a manos de las autoridades estadounidenses. En el 2016, la policía fulminó a otros mil 92. Los negros, los nativos y los latinos encabezan las listas mortales: la muestra apabullante de que las minorías no tienen ningún derecho. Ni siquiera el de vivir.
Un video difundido recientemente ha dejado bajo escrutinio a las políticas policiales norteamericanas (otra vez) por permitir el uso desmedido de la fuerza, los arrestos injustificados y ahora con mayor frecuencia los disparos arbitrarios. Muchas veces, tener una “actitud sospechosa” es suficiente para recibir una ráfaga de balazos.
Las imágenes recientes muestran el momento preciso en el que el latino Nicolás Sánchez, asesinado el pasado 21 de febrero afuera de una tienda en Roy City, Utah, es alcanzado por 16 disparos. Su único delito fue estar en el lugar equivocado a la hora equivocada y tener esa ya sobreestimada postura sospechosa.
Los dos agentes que abrieron fuego respondían a una llamada hecha desde la tienda, que advertía sobre el comportamiento “extraño” de Sánchez, quien “vagaba” por el lugar. Hasta ahora, la Policía de la ciudad y el fiscal del condado están investigando los hechos, que originalmente fueron grabados por la cámara corporal de uno de los victimarios.
En un primer momento, uno de los agentes le solicita a Sánchez que se aproxime a él, para que “hablen” y minutos después le sugiere: “¿Acaso quieres ser arrestado ahorita mismo?” Tras la respuesta negativa, por tratarse de una petición completamente injustificada, uno de los agentes comienza a aproximarse, como acorralando a su presa.
Sánchez pregunta consternado por qué querrían hablar con él, cuando en realidad no ha hecho absolutamente nada. “¿Qué he hecho?”, dice mientras comienza a alzar su sudadera, para demostrar que no posee ningún tipo de arma. Pero el agente, necio, insiste en que debe aproximarse para hablar y toma ese movimiento como un reto: “Mantén tus manos fuera de los bolsillos. Si tienes una pistola, ¡no la agarres!”, grita.
Momentos después, el agente se abalanza sobre el hombre, quien empieza a correr en un estado de pánico, mientras grita desesperado “¿qué estas haciendo?”. La persecución, sin embargo, dura apenas unos segundos, pues Sánchez fue alcanzado primero por una bala y después por una ráfaga absolutamente innecesaria de 16 balas. Un remate cruento y bestial.
Nicolás Sánchez sintió su muerte 16 veces. Su caso se suma al de miles de víctimas del poderío sin límites de las fuerzas policiales, actúan de formas muy similares a lo que hicieron durante este ataque. Eligen a su víctima de forma arbitraria, van tras ella, la intimidan hasta que caen en un momento de desesperación y toman eso como una acción “sospechosa” y violenta, el pretexto perfecto para abrir fuego o lastimar de una u otra manera.
De acuerdo al recuento de las muertes “The Departed” (los difuntos, los que partieron, los que ya no están), elaborado por el diario inglés The Guardian, las personas mueren por disparos, a consecuencia de pistolas taser de descargas eléctricas o arrolladas por vehículos policiales. Algunas de ellas fueron abatidas minutos después de haber sido detenidas.
Mientras tanto, Heather White, una abogada del departamento de policía de Roy afirmó en entrevista para ABC News que los policías están autorizados a utilizar cualquier medio, si es necesario, en este tipo de situaciones, “incluyendo métodos que pueden provocar la muerte”.
De acuerdo a Univisión, White sostuvo en conferencia de prensa que mientras uno de los agentes “peleaba” con Sánchez para arrebatarle la pistola, el segundo oficial “que se mantuvo alejado de la pelea”, vio que sus manos iban hacia su cinturón, por lo que “en un determinado momento, el oficial trató de pelear por el arma con Sánchez”, y eso, para el segundo oficial dejó claro que “la vida de su compañero de trabajo estaba en peligro y comenzó a disparar”.
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