En distintas ocasiones Cultura Colectiva ha recomendado la experiencia de Au pair, que es la terminación en francés para denominar a alguien que viaja a otro país y cuida a los hijos de una familia temporalmente. Durante esos viajes se espera que la persona que visita el país tenga suficiente tiempo para viajar, asistir a actividades culturales, clases y mejorar el idioma que está aprendiendo. Todo eso además de cuidar a los niños de su nueva familia adoptiva. El servicio es grande y aproximadamente Estados Unidos cuenta con 300 mil au pairs al año en su territorio y así como cualquier trabajo tiene sus pros y contras, el servicio de au pair tiene los suyos, lamentablemente a veces los contras llegan a pesar mucho más.
Es cierto que ser au pair es una gran experiencia que apoya a las mujeres jóvenes que desean conocer otros lugares; existen muchas historias de éxito en la que muchas reciben apoyo de sus nuevas familias y tienen la mejor experiencia de su vida, pero las agencias que operan en Estados Unidos parecen tener intereses distinto al bienestar de las extranjeras en la tierra de las barras y las estrellas. Un reportaje del Washington Post reveló la triste realidad que sufren muchas jóvenes esperanzadas en tener la experiencia de su vida y en lugar de eso terminan sintiendo que viven la esclavitud en pleno siglo XXI.
Andrea Villa es la colombiana que llamó la atención de la publicación estadounidense al demandar a su segunda familia anfitriona. Villa viajó a Estados Unidos ante un programa de voluntariado en el que se quedó con la familia Clark. Ahí tuvo una vida estudiantil normal, pues no era una au pair, pero al terminar su residencia y regresar a Colombia, hizo todos los trámites para regresar a Estados Unidos y los Clark estuvieron más que dispuestos a recibirla de nuevo y que les ayudara con sus pequeñas gemelas.
El primer problema como au pair de Villa fue la cuota de $1600 dólares que tenía que pagar a la agencia. Muchas personas pierden la esperanza ahí debido a esa situación, pero la familia que la recibiría después decidió ayudarla y cubrir el costo. Andrea llegó como au pair con los Clark y vivió un año feliz. Después tenía la opción de permanecer otro año con ellos, pero debido a la edad de las niñas que cuidaba ya no era candidata, por lo que podía regresar a Colombia o pasar otros 12 meses. Rápidamente encontró otra familia en el sitio Care.com y al estar cerca de donde vivía en ese momento no buscó más. Según las referencias y las pláticas que tuvo previamente con ellos, la nueva familia era igual de buena que la anterior, pero desde el primer día se dio cuenta que nada sería como antes.
Andrea llegó el primer día y la familia ya estaba culpando a la otra au pair (a la que Villa reemplazaría) de romper una computadora. Esa primer señal se convirtió en el peor augurio, pues la familia no era nada como la anterior. La hacían trabajar muchas horas extra las cuales eran muy mal pagadas y debía hacer tareas domésticas que nada tenían que ver con cuidar a los niños. Ésa es la realidad a la que se enfrentan miles de niñeras en el extranjero. Mientras el salario mínimo en Estados Unidos ronda los $7.25 dólares, ellas ganan aproximadamente $4. 35. Además, las agencias de au pair ven como clientes a las familias que reciben a las mujeres y no a quienes se trasladan de un país a otro, por lo que usualmente si hay quejas, se ponen de parte de los “patrones”.
Muchos creen que por ser un viaje de au pair, las mujeres no deberían quejarse, pero la comunicación entre las agencias, las familias que dan hospedaje y las chicas que viajan son fundamentales. Mientras a ellas se les dice que serán una especie de “embajadoras ciudadanas” que van para aprender un idioma, nuevas habilidades y conocer el país, muchas familias creen que son extranjeras que están dispuestas a hacer lo que ellos quieran. Eso ha derivado en acoso sexual, explotación laboral y maltrato tanto psicológico, como físico. Muchas de las au pair no se quejan, pues si su contrato es “terminado” en vez de “concluido” puede ser muy problemático para solicitar la renovación de su visa.
Una mujer era obligada a cocinar para toda la familia y no podía sentarse a comer con ellos, otra tenía que cuidar a los niños mientras sus padres se iban de vacaciones por días sin respetar su horario, algunas vivieron acoso sexual mientras que otras tenían que soportar bromas racistas. En el caso de Andrea Villa, la madre de los niños se enojó porque sus hijos no encontraban su juguete favorito y cuando Andrea le enseñó el método que tenía para que no se perdiera, la familia creyó que les estaba dando lecciones de crianza. Por la discusión Andrea se refugió en su cuarto y cuando su padre adoptivo llegó también la regañó por no hacer las tareas domésticas que le impusieron.
Villa salió de esa casa poco después y temiendo ser deportada inmediatamente, buscó ayuda de la agencia de au pair, misma que la abandonó a su suerte. Por fortuna Andrea encontró un tercer hogar en el que volvió a tener una familia cálida, desde entonces ha logrado alzar la voz y eso ha llevado a que muchas más lo hagan. “No era una ciudadana, era una cenicienta” es una de las alegaciones de Andrea.
Es muy importante que antes de intentar un viaje como niñera, busques las mejores opciones, hables con las agencias y las familias y establezcas la forma de trabajo, así como los derechos y obligaciones de todas las partes. El mundo es grande y conocerlo es indispensable, pero debes tener en cuenta cuáles son las mejores opciones para hacerlo.
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Fuente:
Washington Post