La sociedad reprime lo diferente, lo que no encaja con el estereotipo que nos encanta reproducir una y otra vez. Olvida a aquellos que son diferentes, los que no encajan en el patrón, aquellos que hablan solos, que ven gente donde no hay nadie, los que inevitablemente se deprimen y ni si quiera saben por qué. En algunos lugares, aún creen que se debe a alguna posesión demoniaca y los torturan irremediablemente hasta dejarlos sanos o aún más locos, pero en casi todos los sitios, se les trata como escoria, son parias de una sociedad que no está acostumbrada a ellos, son los que no queremos ver y para evitar cruzar con ellos, los encerramos en los peores lugares del mundo: sin ni siquiera el derecho a ser libres.
Esos que yacen sin poder moverse, son recluidos en sucias habitaciones con paredes grises. No merecen muebles ni ventanas, permanecen en el suelo, entre la suciedad, sus propios fluidos y el lodo que entra y se apodera del cuarto. Son sólo bestias que no tienen derecho a convivir con los más civilizados. Nadie externo los mira porque su mirada está perdida entre la locura. Por años, han mantenido el mismo tratamiento: rocíos de agua y bebidas herbales.
Los encadenan en jaulas, torturan y humillan, antes que darles un medicamento efectivo para sus males. Agus es uno de ellos. Canta en su jaula mientras sus manos se mueven vigorosamente en algo así como un baile extravagante. Se estima que existen más de 19 millones de personas con problemas psicosociales en Indonesia cuyo único diagnóstico es “locura”. Su tratamiento no parece llevar algún remedio posible y las consecuencias son devastadoras.
Detrás de las barras, encerrados de por vida, los brazos de los pacientes intentan salir de la jaula para tomar pedazos de comida. Han estado en esa posición por más de ocho años y las cosas no parecen cambiar. La tragedia se convierte en un lugar común. Hombres y mujeres deben pasar su vida encadenados como si fueran bestias salvajes a las que no se les permite escapar.
El Pasung es ese método de inmovilización que incluye cadenas, cuerdas, maderas, jaulas y a personas confinadas. Tanto hombres, mujeres y niños con ciertas actitudes, comportamientos y expresiones emocionales que se apartan de la normalidad, pueden ser encerrados en uno de estos centros por algún miembro de la familia.
Esos encadenamientos terminan atrofiando los brazos, piernas para convertir a una enfermedad mental, en la locura más grande que al gobierno indonesio. Para la fotógrafa Andrea Star Reese, la crítica y denuncia de las terribles prácticas psiquiátricas se convirtieron en una obsesión que le llevó a su proyector “Disorder”.
Se internó en las instituciones mentales para documentar la problemática y generar un cambio positivo en el cuidado de la salud mental en ese país. Visitó comunidades en áreas conocidas por usar el Pasung. Se dio cuenta de que los médicos y familiares de los enfermos ni siquiera tienen conciencia de estar haciendo algo incorrecto, pues para ellos, cuando los medicamentos no son una opción, esta técnica milenaria es bastante útil.
La mayoría de los refugios y las familias estaban interesados en hablar sobre sus prácticas y necesidades. Casi en todos los sitios se cumplió el patrón de agradecimiento y felicidad por la visita de la fotógrafa, menos en Galuh y en el internado Silat. El estigma se ha convertido en un serio problema, tanto para las familias que prefieren este método a la medicina que el gobierno ha tratado de imponer sin mucho éxito.
Y es que en ese país, aún no existe un entendimiento certero sobre “medicamento de por vida” para controlar sus problemas mentales. En muchas ocasiones tienen miedo a la adicción y sus familiares detienen las dosis cuando ven una mejora, pero la recaída es peor y los problemas aumentan.
Tanto organizaciones nacionales como internacionales, han decidido utilizar su trabajo para denunciar y hacer más fuertes sus esfuerzos. “Los que padecen esos desórdenes mentales”, dice Andrea, “no tienen idea de que podrían ser tratados de manera exitosa. He sido testigo de vidas llenas de vergüenza y desesperanza y he documentado muchas tragedias de muerte. Evi, una joven mujer con vestido rosa murió sin darse cuenta de su sufrimiento”.
Andrea Star es una fotorreportera que vive en Nueva York y hace proyectos en el Sureste de Asia y Estados Unidos. Este trabajo de 2013 se proyectó en Visa Pour L’Image Perpignan y el Festival de Fotografía de Angkor. El proyecto recibió en 2014 el Premio David Pike por fotografía periodística de excelencia y el mejor documental social en 2009 por el Festival de Fotografía de Nueva York. Ahora Andrea trabaja nuevamente en este proyecto que planea ampliar.
Tal vez las prácticas médicas para curar la locura en Indonesia te parezcan extremas, pero en México, existió algo bastante similar en la clínica San Rafael.
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