The Reeperbahn, en Hamburgo, es el nombre con el que se conoce al barrio rojo de una de las ciudades más grandes e importantes de Alemania. En él se encuentra un lugar atípico para la zona: la iglesia católica de San José, rodeada de sex shops, prostitutas, cabinas, bares y discotecas.
Pigalle, en París, es el nombre del barrio a donde el turista puede dirigirse para encontrar todo el erotismo que sus hormonas le exigen. En este lugar tuvo su estudio el pintor francés Henri de Toulouse-Lautrec y fue morada de artistas de la talla de Picasso, Van Gogh y Maurice Neumont. El Musée de l’Érotisme (Museo del Erotismo, uno de los más famosos recintos museísticos dedicados al sexo) es uno de los sitios más frecuentados de Pigalle.
Kabukicho, en Tokio, está lleno de diversión, sexo, love hotels, chicas en topless, tiendas de juguetes sexuales y películas porno. A finales de los años 40, la zona estaba destinada a ser el lugar en el que se construiría un barrio kabuki, sin embargo, la misión fue abortada. Pese a ello, el lugar conservó su nombre original. La mayor parte de los locales son controlados por la yakuza (la mafia japonesa) y la mafia china, en especial la zona norte.
Todas las ciudades más grandes del mundo tienen una zona roja donde el sexo, la prostitución y la diversión sin complejos cobran vida con la caída de la noche. Quizá el barrio rojo más popular del mundo sea el de Ámsterdam, Holanda, con sus chicas sensuales exhibiendo sus esbeltos cuerpos a través de vitrinas en las que los turistas echan a volar su imaginación o sus euros para divertirse con esos ángeles de piel y hueso. Así era antes de que en 2008, el alcalde Job Cohen lanzara el Proyecto 1012 con la intención de limpiar la apariencia de la zona. Muchas de las mujeres que invitaban a sus clientes a través de las vitrinas han desaparecido para dar lugar a artistas que exhiben su obra a través de ellas.
La historia de este sitio se remonta al siglo XVI, cuando los marineros llegaban al puerto en busca de mujeres después de largas y extenuantes travesías por el océano. Las autoridades comenzaron a hacerse de la vista gorda ante el intercambio ilegal de dinero y sexo. El fotógrafo Huub Prickaerts vivió en este sitio durante la década de 1990, antes de que la marea de turistas invadiera el lugar. Sus imágenes capturan a toda la fauna de la zona roja: hombres y mujeres ofreciendo sus cuerpos en las esquinas o en las puertas de edificios, a la policía al acecho de cualquier anormalidad, a los limpiadores, a los vagabundos que forman parte de ese singular mosaico de libertinaje para algunos y libertad para otros.
Con el paso de los años, el barrio se volvió rápidamente en un sitio más atrevido conforme las exigencias de los clientes se hacían mayores. Al lugar arribaron una mayor cantidad de mujeres provenientes de países pobres como Bulgaria o Rumania. Muchos locales comenzaron a vender artículos para quienes quisieran probar acciones sexuales mucho más divertidas o variadas. Los cientos de locales para fumar cannabis comenzaron a proliferar por todos los rincones del barrio rojo.
A diferencia de aquellas imágenes en blanco y negro de Huub Prickaerts, fascinado por la nueva actividad que se desarrollaba en las calles, hubo un momento en la vida del barrio en que la principal atracción eran las ya mencionadas vitrinas o aparadores en los cuales las damas lucían sus atributos a los paseantes con la intención de otorgarles 15 minutos de placer. A través de ellas, las mujeres ejecutaban gestos y movimientos provocadores, cruzaban las piernas, caminaban por encima de sus tacones de plataforma, sonreían a los hombres que embobados imaginaban lo que sería estar con aquella rumana, búlgara, ucraniana o lituana de ojos provocadores y cuerpo diminuto.
Para muchos turistas sigue siendo una gran atracción, casi una obligación, encaminar sus pasos hacia el barrio ubicado entre la iglesia Oude Kerk y la plaza Nieuwmarkt. Desean ser testigos de las promesas al alcance de unos billetes que se pasean detrás de una delgada capa de cristal. Ya sea con la firme intención de probar el sabor de esas pieles, sólo de sacar una fotografía o ser testigos de cómo el sexo siempre ha sido una mercancía, miles se arremolinan en torno a estas mujeres, quienes parecen recibir las adoraciones de hombres de todas edades y condiciones.
Todo va cambiando su aspecto: las sociedades, los gobiernos, las personas van mutando en algo que, en ocasiones, guarda poca relación con sus orígenes. Actualmente, el barrio rojo sigue siendo fruto de un intenso peregrinaje que busca lo erótico como tema principal. Sin embargo, ahora la zona también posee restaurantes de lujo y tiendas de diseñador. Sólo el tiempo y la resistencia de conservar su esencia podrán decir si el barrio rojo de Ámsterdam está destinado a sobrevivir o cederá ante el paso imbatible de los cambios políticos.
Mientras tanto, en una cabina iluminada de rojo neón, una mujer sigue ofreciendo su energía sexual al siguiente sujeto que quiera pasar 15 minutos de placer de camino al trabajo o de vuelta a casa.
Un lugar tan dinámico, histórico y turístico, lleno de sorpresas a cada vuelta de una esquina iluminada de rojo, sigue guardando muchos más secretos: descúbrelos a través de las 7 cosas que no sabías de la zona roja de Ámsterdam. Tal y como dijimos, las ciudades más grandes del mundo poseen su propia “zona de tolerancia”. La Ciudad de México no es la excepción, por ello conoce las historias sobre la discriminación oculta en la Zona Rosa.
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Fuentes
Vice
CNN
Caveman Circus