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“Tócame pero no lo hagas con fuerza, porque si lo intentas verás que no soy perfecta como te parezco con la ropa puesta. Bésame pero no abras los ojos, porque tener tus labios cerca es mi máximo placer y sin embargo, no quiero que deduzcas mi forma. Durmamos juntos pero deja que cubra mi cuerpo con las sábanas, sería una lástima que te dieras cuenta de lo rolliza que soy, de la grasa que se encapsula en mi abdomen y mis nalgas. Tengamos sexo desenfrenadamente pero hazlo con la luz apagada, así mitigaré la vergüenza de tus intensas caricias robándote el sentido de la vista”.
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“No me ames a medias, a quién le importa que tengas los senos caídos o que los pliegues cubran tus caderas. A quién le importan las estrías, la celulitis o tu cabello despeinado. ¿Cómo podría alguien mirar tus imperfecciones cuando tu sonrisa es auténtica, cuando tu mirada me atrapa y tu aliento caliente es mi peor debilidad? ¿Cómo pensar en tus inseguridades cuando yo te veo hermosa, cuando yo sólo puedo pensar en los mejores senos que he visto hasta ahora, en esa cadera llena de sensualidad que se mueve a ritmos cósmicos, en tu cabello que con magia se mueve para hipnotizarme y tus piernas, carnosas, sensuales, listas para ser separadas mientras me hundo en ti?”.
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Fotografiar a una mujer desnuda resulta una tarea épica. Aquellas que no estamos preparadas para posar ante las cámaras o que tenemos algunos puntos imperfectos que planeamos cubrir con ropa cuando todos nos ven, nos convertimos en presas de la vergüenza y el recelo hacia nosotras mismas.
Vemos lo que nadie más aprecia: ese lunar más grande de lo común; el vello fino que cubre nuestro abdomen; una grieta, una estría, los labios secos o la poca geometría de nuestros dedos de los pies. Vivimos para cubrir el detalle, para dejar que nuestra inseguridad funja como el mando de nuestras acciones, como si eso que miramos en el espejo se convirtiera en un fantasma que intentamos, pase desapercibido ante los ojos de los demás.
Creemos que necesitamos aparentar hasta en la intimidad cuando en realidad, mientras más maquillamos y ocultamos nuestra apariencia, más tensas y poco sensuales lucimos. Dejamos de disfrutar y nos preocupamos porque nuestra pareja no mire; sin embargo, para quien está a nuestro lado, sería mucho más erótico que dejáramos de posar y viviéramos el momento como si se tratara de una breve muerte.
La seguridad debería resaltar nuestras estrías, dejar que la celulitis luzca esos hoyuelos naturales en nuestras nalgas sin ningún tipo de restricción. Sin vergüenza, con los pechos caídos, las cicatrices marcadas y los pezones grandes. Porque al final, eso nos define, eso somos y nuestra belleza real radica en lo que nos distingue del resto. Ningún estereotipo debería ser aceptado pero en una sociedad que se deja llevar por la identidad colectiva, hay que mirar bien los detalles y apreciarlos como rasgos sublimes de aquellas mujeres a las que amamos.
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“Disfruta mi cuerpo como si sólo hubieras visto éste. Sé que no soy perfecto pero es lo que menos interesa. Me encanta verte desnuda y que tú también me mires. Echa un vistazo a mi espalda, mira mis nalgas casi ausentes y el lunar dispar que tengo en la entrepierna. Conóceme, obsérvame y date cuenta de que soy un cuerpo único. No quiero que te compadezcas de mí, te enseñaré que soy el mejor amante aunque mi apariencia diga lo contrario. Te haré mía y te pido que me hagas tuyo porque sólo así se disfruta verdaderamente del sexo”.
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“Amo tu seguridad y que te importe un bledo cuando caminas desnudo por todo mi hogar. Amo esa cicatriz en medio de tu torso, dispuesta ahí sólo para mí aunque sea por este instante. Amo tus vellos asimétricos de tus muslos, y tus piernas ralas y delgadas, como dos pequeños cimientos que soportan tu hermoso cuerpo masculino. Quiero besar todos tus lunares, tus cicatrices y esos pezones rosados que lucen ideales en tu pecho. ¿Qué no te gusta de ti? Porque a mí simplemente me pareces perfecto”.
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El ego funge como el principal detonante para atreverse y que deje de importar la vergüenza y las inseguridades. Si la chica que ama es su pareja ¿qué más da mostrarse tal cual son?, ¿de qué sirve contenerse o esconderse? Fotografiar a un hombre, a diferencia de hacerlo con una mujer, es un juego de orgullo y masculinidad.
No se muestran como son en realidad porque ese detalle que los demás miran en la fotografía, puede ser el mejor aliciente para que alguien más los vea. No son seguros, pero su orgullo los hace querer serlo y aparentar hasta lograrlo. Cuando los vemos, nos sentimos comprometidas con su causa y de algún modo, caemos en ese juego de egolatría admirando su decisión y seguridad.
Caminan frente a nosotras, lucen como quieren ser vistos y en el sexo, se entregan sin importar lo que ocurra después de finalizar el acto. Cínicos, los hombres nos demuestran que el detalle de un cuerpo desnudo potencia nuestra sexualidad y nos hace víctimas de intensos deseos.
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Las primeras fotografías se inspiran en mujeres honestas de todo el mundo. Este proyecto llamado Nu Project comenzó en 2005 y se rige bajo una visión: no modelos profesionales, toques de maquillaje o glamour sino conocer a esas mujeres por sus personalidades, sus espacios, inseguridades y peculiaridades. Más de 300 mujeres de todas partes del mundo posaron para Matt Blum y su esposa Katy Kessler, quienes se sienten orgullosos por lograr que muchas de sus participantes ahora se sientan empoderadas, orgullosas, hermosas y confiadas después de ver sus retratos.
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Las fotografías con hombres desnudos pertenecen al proyecto Bare Men y se convierten en una ruptura a la censura del desnudo masculino en la fotografía. La fotógrafa Abigail Ekue refleja alegría, angustia, miedo y, amor y cuidado propio. Celebran la vida inherente a la belleza, sensualidad, sexualidad y vulnerabilidad de los hombres que vemos a diario. Como respuesta a la falta del desnudo masculino y el cambio de cómo se representa la masculinidad versus la feminidad.
Muchos consideran que el desnudo masculino es feo y sin querer, todos interiorizamos este sentimiento, intentando nunca mostrarlo, como demuestran las cintas hollywoodenses o la fotografía contemporánea. El desnudo y el sexo están relacionados erróneamente. El pene es considerado un tabú y todo mundo evita verlo como si así pudiera remediar el pecado.
El desnudo real es el más erótico, pues nos enseñan esas partes que no conocemos del todo, aquello que quisiéramos ocultar pero que sin duda, son un motivo para que el otro se enamore de nosotros. Si quieres conocer más del proyecto de Nu Project, puedes ver nuestro artículo “El sensual desnudo de las mujeres reales”.