Una chica de senos pequeños y delgada figura, casi mal alimentada, posaba para un lienzo blanco, tenía bello púbico recién crecido y sus labios rojos. El cabello largo enmarcaba su angelical rostro, los trazos grotescos pero definidos le daban un aire de maldad a toda su inocencia florecida. Valerie Neuzil era aquella chica de ojos grandes y sonrisa apagada de la que un veintañero Egon Schiele se enamoró y por la cual estuvo preso tres semanas.
Schiele fue uno de los artistas más representativos del siglo XX debido a su trabajo expresionista. Luego de llegar a Viena dejó una aportación de 2,500 obras sobre papel –entre dibujos y acuarelas– que hacen patente sus ideas libres y expresivas, tanto como en sus pinturas como en lienzos enormes.
Valerie Neuzil, la joven escuálida que posaba sensual para Schiele, llegó a la vida del pintor en un momento en el que él no era estable en ningún aspecto, a decir verdad, nunca lo fue del todo; sin embargo, tenía al arte como un escaparate que usaba con frecuencia, llevando sus creaciones a un nuevo nivel de satisfacción, el cual solía ser más alto cada vez. Cuando la conoció, se enamoró perdidamente de ella. Valerie, al ver al artista, joven aún pero con un alma vieja, se enamoró igual. Le llamó la atención el vigor que puso en conquistarla, por lo que accedió a conocerlo y posteriormente aceptó tener una relación con él.
El momento en el que le propuso pintarla e inmortalizarla entre lienzos y pinceladas, fue para Valerie una muestra profunda de amor. Así, comenzaron un romance que los haría adentrarse en un tórrido juego de sentimientos que le darían la inspiración necesaria para crear su estilo y terminar de catalogarlo como un artista polémico.
Como era de esperarse, la convivencia libre y desenfrenada con su modelo, lo llevó a huir con ella a Český Krumlov, una pequeña ciudad en República Checa. Su estilo de vida resultó apabullante para los habitantes de aquel sitio, que para nada veían con buenos ojos la relación entre el pintor y su joven musa. De hecho, la gente casi le escupía a Schiele cuando caminaba por las calle, le gritaban y lo insultaban. Según los pobladores, el demonio lo había poseído desde muy joven, no podía defenderse de tal acusación pues mantuvo una relación poco usual con su hermana Gertrude, a la que de igual manera retrató desnuda siendo aún una niña. Además el artista solía convencer a pequeños de posar sin ropa y de manera sugerente para él.
De este modo y con justificada razón, la población de Český Krumlov casi lo lincha. Su afán llegó tan lejos que lo obligaron a huir del sitio bajo varias acusaciones: unión libre con Wally (apodo que le dio a Valeríe), promiscuidad, obsesión insulsa por el sexo, incesto y corrupción de menores. Su obra, considerada pornográfica fue descubierta por las autoridades y no hubo más remedio que encarcelarlo.
Él no entendía por qué su arte era considerado una aberración y un atrevimiento moral cuando solamente reflejaba a mujeres y hombres tal cual eran. Debajo de la ropa, había alguien desnudo con debilidades y buenas o malas intenciones, pero siempre vulnerable ante la vida y justo eso quería retratar: un cuerpo desnudo no sólo tenía connotaciones sexuales, sino que también era capaz de exhibir un sentimiento de vacío y soledad, más allá de un cuerpo bonito y poses sexuales. De este modo, entre el voyerismo y la promiscuidad, el artista creó diversas pinturas que mostraban cuerpos al natural, pensantes y melancólicos. Deformó los cánones estéticos y dotó de un aire sombrío y sensual los cuerpos de sus pinturas, cualidades que caracterizaron su larga obra y corta vida.
La conclusión de su vida artística sucedió en la cárcel, en el arresto, luego de una persecución que duró tres semanas en las que tuvo que entregar sus pertenencias; entre ellas libros y parte de su obra. Siempre se negó a hacerlo, pero no tuvo más remedio. Uno de los libros contenía dibujos altamente sexuales, tan eróticos que éste fue quemado frente a sus ojos por plasmar la inmoralidad en explícitas ilustraciones. Al final no fueron más que causantes de incomodidad y rubor en los rostros de los oficiales que le prendieron fuego frente a la cansada y resignada mirada de Egon Scheile. Del mismo modo tomaron algunas pinturas y bocetos, pero si una le dolió perder, fue aquella en la que una muchacha, supuestamente Wally, se mostraba desnuda del torso.
Al quedar libre, su trauma fue tal que hizo 12 obras dedicadas al sufrimiento, angustia y miedo que vivió en esos 21 días encerrado en una celda pequeña y escuálida. Esto le valió el reconocimiento del mundo artístico quien lo posicionaba como una de las figuras mas prometedoras del arte moderno en aquella época. Para entonces, el tórrido romance con Wally se había esfumado. Ella no soportó la angustia de ser buscados por la policía, la gente y sus propias familias. Esconderse entre casa y casa con tal de vivir su pasional romance como si nadie existiera no era lo que Valerie buscaba en la vida. Necesitaba algo más, que en definitiva, el pintor no pudo darle.
Schiele la dejó ir para conocer un par de hermanas a las que cortejó y finalmente una de ellas cayó ante la seducción del artista quien a pesar de todo le dio su cariño y trató de cuidarla en la medida de lo posible. Al casarse, Egon hizo una pintura que representa a los novios, pero en el fondo, como flotando, hay dos figuras que son él y Wally. Ésta fue la despedida a una mujer que le dio significado a su vida y por la cual, podría haber pisado la cárcel una y otra vez. Valerie fue el amor de su vida.
Schiele falleció a los 28 años en medio de una carrera fructífera y con el deseo sexual como marco de su arte. Una fuerte gripa que derivó en “gripe española” muy común en aquellos días, fue la encargada de llevarse al genio promiscuo, dejando su obra pictórica como legado de su talento. Así, el chico irreverente del arte dejó el mundo con una historia de desnudos que le dieron la cárcel como castigo, pero también le brindaron reconocimiento eterno.
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Fuentes
El Cultural
Tras dos