Imagina que debes pasar la mitad de tu día encerrado en cuatro paredes sin posibilidad de ver más allá de ellas y con una libertad de movimiento absurda; como si se tratara del cajón en un establo. Ahora suponte sentado frente a un escritorio sobre el que trabajas sin la oportunidad de estirarte, mover las piernas o respirar aire puro. Después, trasládate a otro espacio de medidas ridículas en el que sólo veas una cama en la que te recuestas para dormir con el techo casi rozando tu rostro y los muros tocando tus extremidades. Ahora, ¿cómo te sientes?
Aunque es difícil aceptarlo, la realidad actual no es muy distinta a la hipótesis del párrafo anterior, ¿cierto? No es que vivamos como animales de granja, divididos por cercas, sin huecos para no escapar; pero en el afán de ahorrar y encontrar la máxima funcionalidad hemos adoptado un estilo de vida extremadamente “minimalista”. Los departamentos cada vez son más pequeños, por no decir inhabitables; si sólo se trata de una habitación, vestirnos sin chocar contra los muros hoy es difícil. Por supuesto, sólo un puñado de recientes egresados encuentran condiciones favorables en sus primeros trabajos, ya que en una oficina la comparten hasta 10 personas, divididas por franjas entre escritorios, en los que se sientan durante horas sin ventilación suficiente y mucho menos una vista natural agradable.
Aislamiento, exclusión, individualización y ensimismamiento es lo que la nueva era arquitectónica divulga entre nuestra sociedad. Pero ¿en realidad este estilo enfocado al ahorro de espacio, la simplicidad estética y la funcionalidad práctica, es un fenómeno de reciente aparición? La respuesta es no; el art nouveau –corriente a la que pertenece este estilo arquitectónico de desornamentación y racionalismo– nació hace décadas, junto con el movimiento moderno. Su mayor exponente, Adolf Loos, arquitecto austriaco que sembró en la mente de otros genios de esta rama la idea de que dormir en cajas y trabajar sin ventanas era posible.
Adolf Loos (Austria 1870-1933)
Para Loos, la arquitectura en su mejor forma no sólo se trataba de una evolución estética que prescindía del adorno y la exageración, sino de un producto orgánico que –según él– era el que la “nueva cultura” necesitaba. ¿Cuál era esa nueva cultura? La nuestra: una en la que se persigue la ruptura del historicismo, lo postulados modernistas y el protagonismo de las vanguardias. En otras palabras, la arquitectura de este proyectista se centró en la calidad de materiales nuevos para la creación de edificaciones deslindadas de las artes aplicadas. A este edificador austriaco no le importaba el concepto ni el aspecto, sino la función.
Casa Steiner en Viena (ícono de la arquitectura moderna)
Edificio Goldman & Salatsch en Michaelerplatz, Viena
Loos también implementó un nuevo concepto para la arquitectura: Raumplan. Éste consiste en adjudicarle a cada habitación una importancia distinta y por lo tanto características de espacio y forma diferentes. Por ejemplo, una habitación (el espacio en el que el ser humano sólo duerme, según Loos) no podía ser tan considerable como una sala de estar (espacio de representación dentro de una casa, de acuerdo al arquitecto). Por lo tanto, un cuarto “no necesita” de un gran tamaño en extensión y altura, su único fin es facilitar un espacio para que se cumplan las horas de sueño necesarias para vivir. En cambio, el sitio para las actividades sociales debe ser inmenso; así es como el Raumplan se aplica a la construcción de un hogar.
Villa Müller en Praga
Interiores Villa Müller
Para muchos, esta distribución, basada en el cometido de cada habitación, resultó admirable. Otros creen que se trata de un tremendo error histórico que inspiró la creación de casas, oficinas y otros espacios con características similares a una caja-prisión. “Ornamento y delito”, obra que Loos publicó en 1908, fue el precursor de un fenómeno que hoy sigue vigente. La esterilización de las fachadas, la eliminación de una línea creativa y la reducción de dimensiones en cada uno de los cimientos, visión que del arquitecto que se ha convertido –según muchos artistas y urbanistas– en un cáncer social.
Casa Moller en Viena
Fachada delantera Casa Moller
Adolf Loos creía en la libertad personal, por ello hizo referencia a la creación de un acceso a la terraza desde cada dormitorio en su “Teoría del Aterrazamiento”; no obstante, él no confiaba en la inclusión libre. Este hombre aseguraba que la arquitectura no era arte en sí misma, sino una conexión directa con la vida y cotidianidad. Él trabajó a partir de una jerarquía específica, ya que la interacción de espacios no cubría –bajo su perspectiva– la exigencia de un lugar habitable.
Villa Karma en Suiza
La polémica carrera y obra de este arquitecto promovió una “guerra” entre movimientos e íconos de la arquitectura. Mientras que el minimalismo de Loos inspiró el trabajo de Le Corbusier, creativos como Jose Hoffman y Joseph María Olbrich fueron arruinados por su racionalismo y desornamentación. La visión del también autor de “Arquitectura de la Planta Espacial”, impactó en el diseño y la construcción del siglo XX, no sólo se trató de un estilo arquitectónico, sino de una manifestación cultural que hoy nos hace preguntarnos ¿hasta dónde es posible estirar la funcionalidad, sin perder nuestra humanidad?Con tal de ahorrar espacio, tiempo de desplazamiento, dinero y “esfuerzo” ¿es posible dormir en cajas y trabajar sin ventanas?
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Fuentes:
“El arquitecto sin adornos” en IMCYC
Arch Daily