Los robots no tienen miramientos. En un futuro estarán matándonos como nosotros a las moscas entrometidas o a las hormigas que pisamos cuando vamos por la calle, sin ningún tipo de remordimiento ni temor. La vida se torna cada vez más tecnológica y, por lo tanto, es posible que seamos dominados por entidades artificiales, mismas que seguramente se nos presentarán en envases de lata con apariencia humana e, inclusive, los confundiremos con otros seres humanos para que, en el momento menos pensado, nos ataquen.
Estamos a un paso de convivir con estos seres sin corazón, basta con ver los sorprendentes avances que nos rodean y que están cerca de convertirse en cuerpos hechos de cables y piel falsa.
Hoy es posible visitar una tienda de manera virtual para elegir las partes de tu próximo robot sexual, armarlo física y funcionalmente y ordenarlo por Internet. Se puede elegir el color de piel, el largo del cabello, la complexión y hasta el nombre o las frases que dirá ese juguete de metal.
Sin embargo, en los años 80 era mucho más difícil visualizar un mundo en el que interactuar con robots sexuales fuera natural. En la época de la promiscuidad de Madonna y la androginia del mundo del espectáculo no había avances tan significativos en cuanto a robótica. Lo más cercano al sexo futurista fueron –en ese entonces– las ilustraciones de Hajime Sorayama, un japonés que se encargó de alimentar las fantasías sexuales de los hombres de esa época con una ilusión sexy, erótica y deseable a través de mujeres creadas por acero y tornillos.
Algunas de sus muñecas robóticas son bastante sugerentes, mientras que otras están retratadas con cierto pudor. Los pechos al descubierto, montadas en una bicicleta o haciendo la típica pose de Marilyn Monroe con el vestido al aire forman parte del lápiz del nipón. El éxito de sus obras fue tal que Sony le pidió que creara el primer prototipo de perro robot; así nació AIBO, la mascota que se encuentra en el Museo de Arte Moderno de Tokio.
La estética futurista está reflejada en toda su serie a la cual llamó Sexy Robot #; en la cual fue agregando números a cada ilustración para darles una especie de nombre. De este modo, el erotismo, la robótica y la sexualidad quedaron mezclados en forma de pósters y cómics que poco a poco se convirtieron en un fetiche.
Este artista se volvió tan popular que Playboy TV hizo todo un programa dedicado a su obra donde enaltecieron su capacidad de creación así como la imaginación que tenía no sólo para crear semejantes máquinas con cuerpo de mujer, sino para volverlas tan sensuales. De hecho, George Lucas le pidió a Sorayama que diseñara un androide para él, con el que realizó la portada del álbum Just Push Play de la banda Aerosmith, misma que se volvió icónica.
En un futuro habrá robots reales teniendo sexo con los humanos, puede que también se invente una robot que pueda concebir y entonces se marcará una nueva era en la que no sólo requeriremos de ellos para sobrevivir… ya que próximamente seremos sustituidos.
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¿Violar a un robot es una forma de erradicar la pedofilia o sólo está haciéndola crecer más? Reflexiona y después lee por qué enamorarnos de un robot será el acto menos egoísta del mundo.