Yo puedo enamorarme de una mujer, de igual forma que lo hago de un hombre…
Eso me respondió mi hermana menor cuando le pregunté si alguna vez había tenido una experiencia romántica o sexual con alguien de su mismo sexo. Para ella, una adolescente de 20 años, fue tan fácil aceptar su bisexualidad como decir que le gusta tanto el helado de fresa como el de chocolate.
Así, simple y a la vez compleja, loca y también inexpresiva, eufórica y muchas veces pesimista, fría y lujuriosa, es la generación de adolescentes de hoy. Por lo menos una mayoría de estos jóvenes se balancean en una ambivalente cuerda de emociones, pensamientos y conceptos indescifrables y –para algunos– inaceptables.
Dicen que los millennials carecen de amor propio y motivación, pero muchas de sus acciones apuntan justamente a lo contrario. ¿Qué tal si lo que les sobra es autoestima y seguridad? Teñirse el cabello de cinco colores distintos en menos de un mes, tener sexo con hombres y mujeres sin remordimiento ni extrañeza, probar cuantas drogas se les aparezcan en cada fiesta y vestir de forma tan atípica como atractiva, tal vez sólo es posible gracias a su narcisista y ególatra personalidad.
En realidad nunca lo sabremos, pues los adolescentes de la generación “Y” son expertos en confundir a los demás a partir de sus impulsivas decisiones y exóticas respuestas. La locura y lujuria adolescente altera a quienes no forman parte de ella y, por lo tanto, a quienes nunca la entenderán. Su forma de ver el mundo, concebir la realidad y transformarla es excepcional, pues ya no se trata de una etapa o de cierta edad, sino de un nicho de jóvenes que están distorsionando el mundo.
La mutación del presente en algo más sólo es parte de un cambio necesario que los adolescentes están provocando; mismo que parece ser liderado por la demencia, manía e insensatez. Justamente esa locura desenfrenada es la que necesita el planeta para perderle el miedo al futuro. El erotismo de su piel joven, tatuada y perforada, su cabello decolorado y su actitud desafiante e irreverente es lo único que pone a temblar a la ridícula estabilidad de las reglas sociales y morales.
Cada una de estas ilustraciones pertenecen al Instagram “Queerpeaches” de un autor anónimo. En ellas parece habitar esa esencia voraz y libidinosa que caracteriza a la generación de la liberación y la diversidad. Las expresiones casi monstruosas de estos personajes, así como las acciones que parecen estar realizando, nos llevan a cuestionarnos qué hay en la mente de un adolescente al que sólo parece importarle su propio placer. No obstante, puede que en realidad ellos sean los únicos que han aprendido a disfrutar del presente, aún en medio de la adversidad.