El movimiento surrealista representa un punto significativo en la historia que abarca entre la Primera y Segunda Guerra Mundial. La corriente comenzó en 1924 en París, Francia, con la publicación del Manuscrito Surrealista de André Bretón. Debido a todos los desastres causados por la guerra, los artistas usaron su realidad como fuente de inspiración y elemento liberador del subconsciente. Esta manifestación del subconsciente era una alternativa en lugar de pintar exactamente la situación que ellos vivían; a esto le denominaron automatización.
La filosofía de los surrealistas consistía en dejar ir el método tradicional de hacer arte, el cual funcionaba como un espejo de la realidad de ese entonces. Una de las técnicas o mecanismos que ellos utilizaban era la automatización: un estado mental que les permitía expresarse libremente sin el constante juicio de lo racional y las reglas sociales que limitaban su expresión artística. Era una forma de alimentar el fuego de sus inventos casi incoherentes.
Los artistas utilizaban esta técnica para dejar fluir todas las ideas y crear obras de arte. Por ejemplo, el cadáver exquisito, el cual consiste en el ejercicio de una escritura automática de manera grupal. Cada uno escribía sobre un trozo de la misma hoja lo que quisiera, doblaba su parte y se la pasaba al siguiente sin que éste viera lo que antes se escribió. Al final se leían todos los escritos de manera continua, el resultado era algo totalmente diferente a lo que cada quien plasmaba al inicio.
Actualmente las formas de hacer guerras se han transformado, la sociedad se enfoca en una idea de progreso orientada hacia el desarrollo tecnológico y las vanguardias han quedado atrás. Sin embargo, hoy aún arrastramos algunas características del surrealismo: la automatización. Fueron las inventores de las máquinas quienes adoptaron dicha expresión artística y la aplicaron hacia la industria mecánica.
Antes, lo automático —la idea de desconectar la conciencia humana y enfocar los sentidos en un esfuerzo mecánico no razonado— era utilizado por seres humanos para crear obras de arte. Ahora las máquinas reflejan ese modo de producción con el elemento masivo o de gran escala, ausente de todo carácter personal e imaginativo. El individuo se ha vuelto un receptáculo neutro debido al consumo excesivo de la tecnología que las máquinas producen, y ese consumo mantiene el carácter mecánico e inconsciente por parte del ser humano. Nos vemos desde la juventud consumiendo información, ausentes de reflexión, en un automatismo perpétuo, el llamado scrollear contemporáneo. Imitamos el movimiento de las máquinas: rapidez sin el uso del raciocinio.
Este suceso tiene como consecuencia el uso trastocado de la automatización.Los surrealistas la usaban para liberarse de los filtros de la conciencia y soltar su lado creativo alejado de la razón; sin embargo, el ser humano ha dejado de reflexionar sobre sus actos cotidianos, a pesar de que los problemas actuales exigen más de la reflexión y el cuestionamiento de nuestros actos.
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