Cuando una persona termina una relación -si es que ésta realmente significaba algo para ella- puede tomar dos caminos: o cae en una etapa intensa de sufrimiento o se enfoca a superar la ruptura lo más rápido posible aunque duela.
La ausencia de esos momentos que ahora dejan un vacío generador de añoranza, puede desencadenar una serie de reacciones sentimentales poco gratas para aquel desafortunado con el corazón roto.
Si entre el dolor y desesperación escucháramos las “sabias” opiniones de nuestros amigos, descubriríamos que el método más sencillo para calcular cuánto nos queda de sufrimiento es dividir el tiempo que duró nuestra relación entre dos.
Voilá!
“Oye, ¿en serio es así de fácil?, ¿y todas las demás variables dónde quedan?”
Una ecuación tan simple no definirá el tiempo de superación de lo que para algunos es una marca muy importante en su vida. En su sitio web, Elly Prior, da siete factores que definen la duración de la fase de superación de una ruptura:
-El tiempo de duración del matrimonio o relación.
-Qué tan reciente fue la ruptura.
-Qué tan “intensa” u “obsesiva” fue la relación.
-Qué tan importante era para ti.
-Cómo terminó.
-Era o no una relación violenta.
-La relación era o no una aventura.
¡Ahora tiene más sentido!; alguien que tenía un afecto inmenso (casi obsesivo) por la persona con la que rompió va a tardar más en superar la separación que una pareja que apenas se veía. Pero si además de la ya recurrente imagen de nuestro ex, el maravilloso Internet nos recuerda lo bella que era nuestra vida con esa persona a través de fotos, publicaciones o el nombre de su mejor amigo en la lista del chat de Facebook, el proceso de superación se ralentizará.
También existen esos amigos que intentan ayudar con palabras de aliento pero terminan empeorando las cosas: «¡No me vas a creer, pero vi a tu ex con otra ayer en el cine! Está más fea que tú». Te dicen eso cuando hace una hora estuviste llorando viendo las fotos de cuando los dos fueron a sacar su licencia de conducir.
Pero después de un tiempo ves que aquello que antes te afectaba, duele un poco menos -o mejor aún- no te importa ya. Las cosas que te recordaban a él o a ella aparecen con menos frecuencia y te das cuenta de que últimamente estás de mejor humor porque esos vacíos que sentías los fuiste llenando con cosas nuevas: encontraste nuevas rutinas, pasatiempos o descubriste que había personas muy interesantes a tu alrededor con las que te sientes cómodo.
En fin, haber pasado por este proceso es incluso motivo de agradecimiento, pues además de brindarte experiencia te recuerda que eres un ser capaz de sentir, que tuviste la oportunidad de vivir momentos increíbles -y otros no tanto- que te fueron formando hasta ser lo que eres hoy.
A pesar de los malos ratos, una ruptura contribuye a darle sentido a vivir. El ying no tiene sentido sin el yang. Ánimo, la vida sigue y lo mejor de todo es que es maravillosa.
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