Aunque cueste aceptarlo, todavía hay discriminación y exclusión en el mundo. Existen lugares en los que estos dos temas están a la orden del día, por ejemplo en los antros y bares exclusivos de México. A estos lugares hay que ir vestido de cierta forma y cumplir estándares de imagen para tener acceso. Al asistir a estos sitios, hay que cumplir con ciertos rituales que demuestran que hay discriminación en los antros de México. Estar formado por quién sabe cuánto tiempo frente a una cadena, y esperar a ser seleccionado según nuestros looks. Los rituales de estos lugares exclusivos demuestran que hay discriminación en los antros de México. ¿Pero por qué seguir asistiendo a estos lugares que fomentan la exclusión y la discriminación?, ¿por qué no crear lugares más incluyentes en los que cada quien pueda ir vestido y peinado como se le antoje?
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La estatura, el color de piel, el nivel socioecónomico o la ropa son algunos factores esenciales para entender la discriminación en México; y en estos antros, estos elementos se toman como estandarte. En estos santuarios de la “selección” —eufemismo utilizado para discriminar a diestra y siniestra—, los jóvenes y no tan jóvenes suelen arremolinarse frente al encargado de determinar quién puede acceder y quién no.
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En un país con tanta pobreza y desigualdad, en el que el clasismo está presente en todas partes, lugares como estos son obstáculos para lograr una sociedad menos prejuiciosa y más inclusiva. “Gato”, “naco” e “indio” son solamente algunas de las muchas palabras que se utilizan en México para hacer alarde de la discriminación más voraz, en la que una persona se posiciona como superior por el simple hecho de tener más dinero o cumplir con las cualidades físicas hegemónicas.
En la conversación habitual del mexicano, todavía se utilizan adjetivos que fomentan un discurso de odio o de segregación inconsciente, que lejos de unirnos nos divide y nos aleja cada vez más. Si una persona logra tener acceso a uno de estos antros exclusivos, adquirirá un estatus que previamente no tenía, con el que se sentirá validado para replicar todo tipo de discursos de odio ya al calor de las copas. Y lo peligroso es que esos discursos no se quedan en el antro, sino que se llevan a la vida diaria de la sociedad mexicana.
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Según encuestas, las dos principales razones por las que el mexicano se siente discriminado son por no tener dinero y por su aspecto. Estos centros nocturnos solamente fomentan los prejuicios bajo el lema de la exclusividad. Es por eso que resulta más saludable asistir a otro tipo de centros de diversión, en los que cualquiera pueda ingresar; como bares, eventos públicos, museos, etcétera. Hasta el momento, estos lugares aún no son alcanzados con la falsa idea de la exclusividad; y esperemos que así continúe, para que los espacios libres de discriminación y rituales nocivos sigan proliferando por la ciudad.
Además de todo lo mencionado, las cantidades de dinero que se gastan en un antro son exageradas. Los precios están inflados a un punto ridículo; pero a pesar del costo, estos sitios se llenan hasta que casi no se pueda caminar. Pero para pasarla bien en compañía de tus amigos no es necesario atravesar estos rituales de exclusión o replicar esos discursos nocivos, tampoco ser objeto de exclusión por algo tan anacrónico como tu color de piel o la ropa que usas.
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