“Se entenderá por el término ‘tortura’ todo acto por el cual se inflija intencionadamente a una persona dolores o sufrimientos graves, ya sean físicos o mentales, con el fin de obtener de ella o de un tercero información o una confesión, de castigarla por un acto que haya cometido, o se sospeche que ha cometido, o de intimidar o coaccionar a esa persona o a otras (…)”
—Convención de las Naciones Unidas contra la Tortura
Normalmente, la palabra tortura no forma parte del vocabulario del grueso del mundo, al menos no en sentido estricto. Se le llama tortura a levantarse temprano para ir a la escuela o al trabajo, aguantar a un compañero que no agrada en lo más mínimo o escuchar alguna canción que no corresponde al horizonte de preferencias concebidas como música. Todas estas acepciones y algunas similares figuran en el habla cotidiana como una figura ocurrente e hilarante, pues su significado literal parece imposible de comprender y aplicar en la actualidad; sin embargo, la realidad es muy distinta.
No hace falta ir muy lejos para descubrir que la tortura no es cosa del pasado, ni de tierras y momentos distantes que nada tienen que ver con la sociedad latinoamericana del siglo XXI. Basta con abrir los ojos a la realidad para descubrir como esta práctica convive de la mano a una población ajena a la sensibilización, que parece haber perdido todo sentido de humanidad y guiarse únicamente por el principio cartesiano básico: si no se ve ni se escucha, se puede decir, con toda ingenuidad, que no está pasando.
Ahora mismo, miles de personas están siendo torturadas y a pesar de que no existe motivo alguno para tal aberración, las causas son tan distintas como injustificadas: por estar en contra del gobierno en turno, exigir un cambio radical en la sociedad, por informar o investigar con veracidad contra los intereses en el poder. Por buscar a otras personas torturadas que desaparecieron o por el simple hecho de ser mujer.
Frente a tan decadente escenario, sólo queda la solidaridad, dignidad y el más amplio sentido humano para rechazar las prácticas que conducen a la tortura bajo cualquiera de sus formas. Desde principios de la humanidad, los grupos articulados de poder han utilizado la tortura como método de coacción, control, castigo y desarticulación de grupos disidentes. Conoce algunos métodos de tortura que como raza humana debemos mantener presentes en la memoria y en la conciencia para evitar que ocurran de nuevo, o bien, sigan reproduciéndose en este preciso instante:
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Planchado o extracción de senos
Durante la Edad Media, algunas mujeres que eran señaladas como brujas o herejes fueron atadas, desnudadas e inmovilizadas, mientras sus senos eran prensados por pinzas ardientes que los desgarraban lenta y dolorosamente. En la actualidad, en algunas tribus de África el planchado de senos sigue vigente como un cruel recordatorio de todo lo que debemos desechar como sociedad.
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La pera
Se trata de un instrumento en forma de la fruta, cuya parte más ancha contiene un mecanismo de expansión dispuesto para desgarrar el cuerpo humano desde dentro. El dispositivo se introducía en alguna cavidad como la vagina, el ano o la boca para ser activado una vez introducido. El filo de las distintas partes rasgaba los tejidos hasta causar una hemorragia interna, mientras el dolor ocasionaba pérdida de conciencia en las víctimas de esta tortura.
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Desmembramiento
Uno de los suplicios más efectivos que encontraron las civilizaciones antiguas para torturar fue la técnica de desmembramiento. Ejecutada de forma distinta, tanto por mongoles, egipcios, romanos y otros pueblos de Europa y Asia con el mismo fin: provocar el desprendimiento de las extremidades del cuerpo con el inmenso dolor que esto acarrea.
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Robo de Identidad
Durante la dictadura militar que vivió la Argentina, la organización gubernamental, Proceso de Reorganización Nacional puso en práctica un cruel método que consistía en secuestrar a las embarazadas disidentes y asistir su parto en reclusión y encierro. Antes de que diera a luz, la madre era amenazada psicológicamente y confinada en un lugar oscuro. Luego de nacer, el bebé era separado de su madre y adoptado por militares y otros miembros de la junta, en un proceso lleno de dolor y olvido.
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Privación del sueño
Consiste en impedir mediante todos los medios que una persona logre conciliar el sueño durante días. Este método se popularizó durante el siglo XX y es utilizado con frecuencia con los prisioneros de guerra, presos políticos y disidentes alrededor del mundo en la actualidad. La modalidad más común ocurre en total encierro en una habitación fría y totalmente iluminada, donde los perpetrador obligan a sus víctimas a mantenerse de pie indefinidamente. Cuando alguno, presa del cansancio intenta sentarse o recargarse sobre la pared, uno o varios sujetos entran a la celda para golpearlo, darle choques eléctricos o mojarlo, todo con tal de mantenerlo despierto y agonizante.
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La araña de hierro
Un objeto utilizado por las civilizaciones de la antigüedad que se popularizó luego de la campaña de la Inquisición. Consiste en un instrumento de hierro ardiente en forma de pinzas, que prensaba al sujeto en cuestión y penetraba en su abdomen o senos en caso de las mujeres. El metal al rojo vivo quemaba la piel mientras los dientes aprisionaban los tejidos internos hasta el desmembramiento.
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Inserción de objetos en las cavidades vaginales o anales
Pocas veces en la historia contemporánea de la humanidad, las aberraciones han llegado al grado que alcanzaron en Chile en la década de los 70. La dictadura que presidió Augusto Pinochet e inició con el golpe del 11 de septiembre de 1973, puso en práctica una represión generalizada sobre todo a quienes se consideraron opositores al régimen. Entre los métodos de tortura más viles, se encuentran la violación sexual sistemática por militares y perros, además de la introducción a la vagina y el ano objetos y animales y la posterior suturación de los labios para evitar su salida.
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Humillación y vejámenes
Es el principal método de tortura en la actualidad, practicado sistemáticamente por cuerpos militares de todo el mundo, grupos de delincuencia organizada (como los cárteles en México), cuerpos policiales y agentes estatales, como política de persuasión y miedo. Se trata de una mezcla de torturas, que van desde las golpizas, choques eléctricos, quemaduras, extracción de uñas. A
taque de perros hambrientos, la defecación sobre la víctima o exposición al frío. Hasta los castigos psicológicos como la desnudez, el confinamiento o forzar a presenciar alguno de estos actos sobre otra persona.
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Ataúd de tortura
Uno de los principales instrumentos de tortura durante el Medioevo, era utilizado para castigar a todos quienes desafiaban la ley de Dios, en especial a las personas consideradas culpables de herejía o sospechosas de serlo. Su cruel éxito se debía a que su acción se concentraba en primer término en infligir un daño psicológico: las víctimas eran colgadas en lo alto de árboles o muros a la vista del público, mientras debían conservar la posición que marcaba el ataúd. Luego de unas horas, el cuerpo comenzaba a desfallecer y los síntomas físicos entraban en acción, la hipotermia, inanición, marcaban el fin de los individuos que sufrían este tormento.
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La sierra
Desde las técnicas más primitivas de tortura, la sierra se utilizó como un dispositivo no solo capaz de causar daño en el condenado, también propicio para alargar el suplicio y constituirse en un castigo ejemplar. En un eje tranversal, se ataban las extremidades inferiores y la víctima quedaba indefensa. Con ayuda de la gravedad, se procedía a cortar sagitalmente a la persona en cuestión, empezando por el medio de sus piernas, hasta dividir su cuerpo en dos partes.
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